Hemos elegido el libro de Sergio Macías Brevis “La Influencia Árabe en las Letras Iberoamericanas” para presentar una muestra de parte de su obra, y a la vez plantear una realidad muy positiva que se ha hecho cada vez más evidente en Chile y Latinoamérica, tal es, la integración a la diversidad que forma nuestra cultura del acervo árabe, como un legado de sus ocho siglos de presencia en España, y con ello el enriquecimiento que implica para nuestra sociedad, hechos que éste autor describe con especial exactitud y sólidos fundamentos.
Palabras Previas (por el propio autor)
Observamos que la presencia árabe en Iberoamérica está reflejada físicamente con personas que vemos a menudo en medio del acontecer social, pero sin que se estudien sus países de origen. Porque la historia que se enseña es parte de la reconquista, con autores que se han fijado otros modelos culturales. Por eso, es necesaria esta recuperación. La importancia del mestizaje ha sido y es, sin lugar a duda, valiosa como asimilación a las diferentes realidades del continente latinoamericano. Lo interesante es ver, además, cómo de esta adaptación los árabes de la segunda y tercera generación han podido surgir a lo más alto en el campo empresarial, profesional y político. Algunos han llegado a ser parlamentarios, ministros y presidentes, como en Argentina y Ecuador, o como Gabriel Turbay llamado el “turco” en su campaña a la presidencia de Colombia, o ministros en Chile como Jorge Tarud y Sergio Bitar.
No es para asombrarse, entonces, que en la literatura aparezcan con más frecuencia personajes árabes que, a veces, son los principales protagonistas de una novela o un cuento, como veremos en las obras de los autores que son objeto de este trabajo. Es indudable que nunca estarán todos en una selección, pero lo fundamental es que esta presencia árabe corresponde a un mosaico de impresiones a través de una creación literaria que entra en la historia, en lo islámico, en lo cristiano y en la ficción. Para muchos autores el punto de referencia ha sido España con el esplendor de Al-Andalus. Y no cabe duda que España por su pasado histórico y por el papel que representa en el mundo actual, como país importante de la Comunidad Europea, es un nexo cultural muy decisivo para lberoamérica y los países árabes. Pensamos, pues, que la materia que a continuación trataremos refuerza aún más los lazos de hermandad.
Desde que comencé en mil novecientos ochenta y uno a considerar el tema árabe en la literatura latinoamericana, mi preocupación ha sido buscar más que al autor la obra para saber cómo y porqué surgen los personajes árabes. Hay investigadores que sólo se interesan por los escritores que tienen ese origen, pero esto produce una limitación en la perspectiva. Es interesante observar de qué manera lo árabe se incorpora en la literatura, y cómo lo enfoca el autor nacional y aquel que es descendiente de árabe.
También encontraremos en esta temática algo que es común para lberoamérica: cierta sensualidad y concepto de lo bello y amoroso con sentido machista. Esto puede haber surgido como toda imagen prestada, que no ha podido emerger de las propias raíces. Un aspecto mitológico de la civilización que corresponde a las imágenes del hombre occidental frustrado.
A lo mejor lo que hemos visto hasta hace poco es a personajes árabes en una condición pueblerina, provinciana y no en una trascendencia nacional. Son personas que indudablemente pueden llegar a más, pero faltaba ese otro paso, el árabe triunfante. Ahora, esto último ya se ve en los diferentes aspectos de la vida social, como es el caso de los que han sido elegidos Presidentes, nombrados ministros, o han alcanzado los grados de comandantes o generales, por poner algunos ejemplos. Corresponden a una tercera y cuarta generación insertadas en la vida científica y cultural de un continente que tiene muchos millones de descendientes árabes.
Es posible que surja la pregunta ¿por qué aparecen ahora en la literatura y no antes? Seguramente porque dejaron de ser una minoría y, además, marginal. Se han integrado algunos dentro de grupos de poder, adquiriendo automáticamente una categoría de importancia central, sea económica o política y eso se revierte en la literatura. Digamos sin tapujos y muy claramente que existe una deuda literaria. Está determinada porque los hombres que se están haciendo dentro de la literatura se han deshecho dentro de la historia. Es decir, son los que se han perdido en medio del flujo histórico con sus pequeñas cosas, como lo vemos en el asesinato de Nasar, personaje de la conocida obra Crónica de una muerte anunciada, o con los vendedores de baratijas, y no como los de ahora, con los cuáles más de alguno puede ser tan cruel como intransigente al sentirse desplazado por esta presencia. Así se percibe con más de alguna aristocracia latinoamericana celosa del dominio social que tratan de mantener.
Es doloroso ver que a menudo nuestra sociedad occidental que tanto recibió de la cultura árabe, no sólo por medió de la creación literaria sino de la medicina, de la astronomía, de la filosofía, etc., no se entienda como debiera ser con ese mundo y viceversa. El resultado de esta falta de comunicación y de fraternidad es que estemos en continuos conflictos bélicos. No se pueden imponer modos de ser, valores que corresponden a nuestra formación cultural, diferentes conductas, ni nuestra misma democracia por medio de la fuerza, más claramente a través de la guerra. Si los políticos no son capaces de respetar la soberanía y el dolor humano, la cultura puede abrir una puerta esperanzadora para el entendimiento. El resultado de una conflagración todos lo conocemos. No se debe justificar una invasión para derrocar una dictadura que siempre consideraremos nefasta. ¿Quién responde por los miles y miles de muertos, huérfanos, viudas, hogares destrozados y las violaciones de los derechos humanos? ¿El dominio de ciertas riquezas básicas por compañías de países poderosos y la mayor venta de armamento a quién beneficia? Los pobres pasan a ser más pobres en un mundo de pobres manejados por los monopolios internacionales. ¿Cómo conseguir lo fundamental que es la paz? Sólo a través del diálogo y de la cultura. Valorar el aporte que han hecho nuestras civilizaciones para obtener un mayor progreso. Todos los que vivimos bajo esta luz que ilumina al mundo necesitamos que nos envuelva de armonía.
Es indudable que los grandes intereses internacionales perjudican y chocan con el espíritu independentista de los árabes. Ellos miran con desconfianza a las grandes potencias, por su experiencia de haber sido colonizados y esquilmados durante tanto tiempo. Debemos respetar la soberanía y la identidad para que cada país tenga su propio camino. Compartir los valores comunes de la humanidad: la libertad y la justicia que, como bien sabemos, son dos pilares fundamentales de la democracia que sostienen el edificio del humanismo que queremos construir y perfeccionar. La historia la hacen los propios pueblos y no los vecinos. Para llegar a la paz no hay mejor fórmula que la del refrán popular: “Hablando se entiende la gente”, y haciendo una paráfrasis: -con el diálogo se entienden los pueblos-.
En este trabajo nos referiremos al producto literario de un cruce sanguíneo que ha dejado huellas imborrables, a través de la asimilación y adaptación de una raza lejana geográficamente. Pero que llegó con los años a fundirse en la otra realidad que la acogió y, es ahí cuando aparece su enorme validez y trascendencia. Es la prueba de que con trabajo, con respeto a las creencias, a las razas, a los derechos humanos los pueblos avanzan. La gran fuerza de la literatura iberoamericana es producto del mestizaje, de un aporte de culturas que recoge y expresa con calidad universal una buena cantidad de escritores de primera línea. Ellos han captado en sus diferentes matices y dentro de sus respectivos países el acontecer de esta presencia, que constituye una parte valiosa de las letras hispanoamericanas. Esta literatura ha tenido un papel muy importante, porque ha recogido a estos personajes árabes productos de una inmigración. Con los años ha significado La influencia árabe en las letras iberoamericanas.
Prólogo
(de Sergio Macías)
Lo árabe se incorpora en la literatura del Nuevo Mundo, desde el momento mismo en que se trasladan hasta esas lejanas tierras los descubridores españoles. Algunos de estos viajeros llevan herencia árabe, como el capitán Álvaro de Mezquita que condujo la nave San Antonio en la expedición de Hernando de Magallanes, en 1520; Cabeza de Vaca, cuyos antecedentes familiares indican que procede de una antigua familia árabe que se cambió el nombre por uno español. Este apellido andaluz era en realidad descendiente de un pastor llamado Martín Alhaja; incluso el propio traductor de Colón, Luis de Torres, es un judío arabizado, y al parecer un tripulante llamado lbn Magid, era el que tenía el mapa oceanográfico, quien señalaba arriesgadamente que existía tierra detrás del mar. Otro expedicionario es Simón de Alcazaba que siguió la ruta del Estrecho, en 1535, y en la Patagonia fundó Puerto Leones, sin que la atrevida empresa tuviera éxito. Observamos, además, que entre los descubridores y conquistadores los hay de apellidos que vienen del árabe como Beruti, Guzmán, Alcazaba, Loaiza, Alzaga, Almagro, Alem y Alderete.
Otros, Luis de Marijarrez, capitán, nombrado por Bernal Díaz del Castillo; Albarracín, capitán de armada, licenciado, quien es mencionado por Fray Pedro Aguado en la Conquista del nuevo reino de Granada; Juan Tafur, capitán, cuya bravura le llevó hasta pelear con un oso; Antonio de Olalia, alférez general; Sebastián de Balalcázar, capitán; Juan de Barberán, soldado; Cristóbal de Olí, y varios más, como Evaristo Almonacid, que al convertirse al cristianismo, transformó su apellido Abdeslam. Nos afirma José Aguilera Pleguezuelo, en Leyenda y realidad de la presencia árabe y judía en el nuevo mundo antes y después del descubrimiento, que aún existe una carencia de datos históricos fidedignos en muchos de estos hechos. No obstante, se sabe, por ejemplo, que Alonso de Triana y los hermanos Yañez eran moriscos. Estos últimos se dedicaron a recorrer el Norte de África en calidad de piratas. Menciona que en 1539, aparece otro morisco, Esteban, que fue liberado en su cautividad junto con dos españoles, por Cabeza de Vaca. Particularmente importante es el mito de Quivira, donde aparece el término “Quivir”, “Kevira”, como grande, para mencionar a la ciudad fabulosa que escondía tesoros.
Desde que don Rodrigo, último rey visigodo, fue vencido por aquel extraordinario general beréber y musulmán llamado Tarik, en el año 711, y que a él debe su nombre Gibraltar: “Yebel-Tarik”, hasta la pérdida de Granada en 1492, se produjo en la España árabe una cantera de bellísimas palabras que pasaron a nuestro idioma. Legado que aún perdura en nuestro lenguaje. Como dice el poeta, dramaturgo y novelista español, Antonio Gala: “A centenares, las más sonoras palabras de nuestro idioma son árabes” (1); influencia que observamos en lo que clásicamente se ha denominado Artes Bellas, así como en la arquitectura e incluso en ciertas tradiciones. Para ilustrar esta herencia nos remitiremos a lo que nos señala la investigadora puertorriqueña Luce López-Baralt, en su obra Huellas del Islam en la literatura española (de Juan Ruiz a Juan Goytisolo):
“Muchos libros griegos, como los de Galeno, se salvan para Occidente sólo gracias a la traducción árabe. La Retórica y la Poética de Aristóteles y los Diálogos de Platón son lecturas comunes para estos intelectuales privilegiados: a través de Avicena y de Averroes sabemos que el aristotelismo y el neoplatonismo pasan a Europa (verbigracia, a Santo Tomás) e influyen en ella,” (2) con enorme influencia en toda la cultura y civilización occidental. Dice la misma autora que “cuando la literatura castellana comenzaba a dar sus primeros balbuceos, la árabe se encontraba en pleno apogeo.” (3) En el caso que nos ocupa basta con fijarnos en lo que significó en al-Andalus el califato de Córdoba, por su avance cultural y técnico que nos deja asombrados. Brevemente podemos demostrar en este texto la repercusión de al-Andalus en el nuevo continente, como los veremos más adelante.
Después del largo periodo bélico y de mestizaje en Latinoamérica comienza la formación literaria de las nuevas generaciones que se nutren fundamentalmente de la literatura española, puesto que es la que más se enseña en los programas de educación y en donde evidentemente sobresalen los nombres de Quevedo, Cervantes, el Arcipreste de Hita, Juan de Mena, Jorge Manrique, Garcilaso y Boscán entre otros, cuyas obras resaltan una gran presencia árabe. A esto hay que agregar, por otra parte, que desde finales de mil ochocientos hasta ahora, autores como José Zorrilla, Bécquer, Benito Pérez Galdós, Salvador Rueda, Miguel de Unamuno, Ramón del Valle lnclán, Jacinto Benavente, Eduardo Marquina, Azorín, Silverio Lanza, Gabriel Miró, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Juan Goytisolo y Antonio Gala tienen una enorme divulgación. Incluso, algunos de ellos dejan una influencia en la creación literaria de Iberoamérica. En estos textos advertimos repetidamente referencias a lo árabe. El mismo Goytisolo dice que “la figura de Celestina no habría sido posible sin la tradición árabe, bien arraigada en España, de la alcahueta trotaconventos.” (4)
Para afirmar todo este aspecto recordemos a un escritor muy importante, como es Manuel Machado, quien conoció a Amado Nervo y Rubén Darío, y que en su libro de corte modernista Alma, escribe el poema dedicado a Miguel de Unamuno, Adelfos, de manera autobiográfica y en versos alejandrinos: “Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron / – Soy de la raza mora, vieja amiga del sol – / que todo lo ganaron y todo lo perdieron / Tengo el alma de nardo del árabe español.” (5)
En un texto: Cervantes, a la luz de Borges, Gastón Baquero al hablar sobre el idioma y nombrar a varios ilustres personajes de la literatura latinoamericana, encuentra que “en todos éstos, la lengua que fue a América ya mestizada de romanidades, de arabismos y de iberismos, se rebautizó mestiza-universal con el torrente de sustantivos y de sentimientos del mundo americano.” (6)
Además, la traducción tiene un especial significado para dar a conocer y divulgar la creación de al-Andalus.
Otro factor decisivo e importante fue la inmigración árabe en Latinoamérica. En el periodo de más o menos cientos treinta y cinco años este desplazamiento humano caló hondamente en la literatura. Entre la gran afluencia viajaron también escritores. Éstos aprendieron muy bien el castellano y dieron a conocer la realidad de sus pueblos. En un comienzo sus primeros escritos mostraban la nostalgia que sentían por sus países. Las colonias que se formaron fueron principalmente de libaneses, sirios, jordanos y palestinos con cientos de miles en Brasil, y que hoy con hijos y nietos suman una cantidad muy apreciable en millones de habitantes, teniendo un rol muy fuerte en la sociedad que, no es menos en Argentina, México, Chile y otros países.
La integración de los árabes fue en general más rápida que la de otros colectivos extranjeros. Esta adaptación de los que llegaron a tan remotas regiones se produce, quizá, porque en ellos no existió una intención generalizada de retornar. No obstante que mantuvieron muchas de sus costumbres, hicieron, además, ingentes esfuerzos por aprender, sobre todo los hijos, lo más pronto posible el idioma español, lo que les facilitó la inserción. Esta incorporación en la sociedad hace que consciente o inconscientemente muchos escritores latinoamericanos importantes de este continente los elijan como personajes en sus obras. Y que lo árabe aparezca como parte normal del proceso social de mestizaje, y dentro de este contexto lo islámico. Así, del fenómeno social de la inmigración surgen los personajes de ficción, de novelas históricas y poesías con contenidos árabes.
Es evidente que no se puede dejar de lado el problema de la identidad que, en un principio, se plantea como un hecho doloroso. Curiosamente se da una similitud en cuanto al cambio de nombre del ciudadano en dos tiempos absolutamente diferentes: en la época de Al-Andalus y en los años de la emigración hacia América. En Al-Andalus, cuando se produce la expulsión de los árabes, mucho de éstos para no ser perseguidos se convierten a la religión católica. También adoptan nombres españoles.
Al producirse la emigración masiva de los árabes hacia Latinoamérica, se plantea un problema en cuanto a la inscripción de sus nombres. No son legibles para los funcionarios del registro civil, y ésta es la razón que muchos los cambien por nombres españoles. Véase, a modo de ejemplo la novela Memorias de un emigrante, de Benedicto Chuaqui, donde se relata que al autor le impusieron ese apodo porque el suyo: Jamil Chuha no se lo entendían. Esto significa un conflicto que cuestiona su identidad árabe.
Debemos hacer presente que se dedican dentro de un panorama general unos capítulos específicos a determinados autores, como por ejemplo: García Lorca, Martí, García Márquez, Darío, Amado, lsaías, porque en ellos se da una mayor profundidad árabe en el contenido de sus obras. Si bien es cierto que Borges lo requiere, hay que decir que esta notable presencia oriental en su valiosa escritura es de una manera absolutamente intelectualizada, tratada a través de referencias culturales muy clásicas y no como en el caso de los anteriormente mencionados que proviene directamente de una influencia social. No obstante que son obras de ficción se da en ellas lo vivido en un contexto nacional o iberoamericano. Y para citar un caso, no es lo mismo el conocimiento que tenía Rubén Darío de lo árabe, incluyendo su visita a Marruecos a bordo del vapor inglés Gibel-Musa, para cumplir su sueño de sentirse como sí estuviera leyendo Las Mil y una noches, tal como lo expresa en su relato Tánger en Tierras Solares, que el poeta colombiano Guillermo Valencia, aunque nos deleite con su maravilloso poema El camello robado. Por otra parte, si se han colocado a dos autores de al-Andalus a modo de arquetipo, como Al-Mu’tamid e lbn Zayûn es porque a los que les interesa el tema, ellos son algo más conocidos en el mundo hispano por medio de los traductores españoles y porque han ejercido más de alguna influencia importante.
Esta obra no pretende sino dar una visión generalizada de la presencia árabe en la literatura iberoamericana. Profundizar en su contenido rastreando las veintidós repúblicas latinoamericanas significaría una tarea titánica, aunque ahora a partir de algunas de estas fuentes ya se podría intentar un estudio selectivo por países, géneros y movimientos literarios. Por tanto, deseo que este modesto trabajo no sea estimado con la rigurosidad que pudiera pretenderse, pero sí como una contribución a este fenómeno literario hecho con el entusiasmo de quien ha observado en el mestizaje literario del Nuevo Mundo, un panorama sumamente importante tanto para los investigadores como para los lectores apasionados por este singular tema. Solamente se ha pretendido mostrar las huellas y la estrecha relación entre los árabes y lo iberoamericano, que es parte de la identidad de los ciudadanos de este continente que está recién en los comienzos de su gran desarrollo cultural.
(1) Mohammad Chakor y Jacinto López Gorgé: Antología de Relatos Marroquíes en Lengua Española, prólogo de Antonio Gala, Ediciones Ubago, Granada, 1985, pág.9.
(2) Luce López-Baralt: Huellas del Islam en la Literatura Española. Ed. Hiporión, Madrid, 1985, pág. 19
(3) Ibid, 23
(4) Juan Goytisolo, artículo, diario El País, Madrid, 17.04.1999 ( Ver la referencia)
(5) Manuel Machado: Antología, edit. Espasa-Calpe, colección Austral, Argentina, 1943
(6) Gastón Baquero; Indios, negros y blancos en el caldero de América. Edit. ICI, España, 1991, p.237
Portada de ”La Influencia Árabe en las Letras Iberoamericanas” y la dedicatoria para Theodoro Elssaca. En ella se lee “Theodoro para ti este libro que te lo mereces más allá de la página 175, como poeta y amigo”, su firma, fechada en Madrid en Noviembre de 2009. A continuación reproducimos el texto de “la página 175” al que alude Macías en su dedicatoria.
Theodoro Elssaca Aboid (1958), poeta y artista plástico de origen árabe, se ha destacado también en la fotografía, considerada por éste como un aspecto más de la concepción visual y trascendente de lo humano. Tiene varias obras publicadas. Según sus propias declaraciones hay en él tres partes de palestino y una cuarta de Sirio. Sus ancestros se establecieron en Chile, entre 1890 y 1900. Los bisabuelos, como todos en aquella época que llegaron en barcos, primero arribaron a Argentina y de ahí cruzaron la Cordillera de los Andes a lomo de caballo o mula. La sangre que proviene de los Elsaca, es palestina. Se escribía El-Saca, que quiere decir El señor que lleva las aguas. Tiene un gran significado si pensamos que en aquellas regiones es muy importante este líquido. Quien lo ofrece está dando vida. También un antepasado es Saud, como Saud-ita, por tanto, se nota un componente sirio. Por la parte materna vuelve a presentarse la genealogía palestina, por los apellidos: Aboid, que viene de Abu-eid: El Padre de la Fiesta, entendido en cuanto a lo ritual. Y Charad que también es de esa tierra. Tiene aún familiares en Jerusalén, Belén, Beytyalla y Damasco.
Resaltamos uno de sus poemas:
ODALISCA
Entre arábicos jazmines
la luna reflejada
en los aljibes
Los poetas levantan alegremente
sus copas entre lámparas
el purpúreo vino
Conocedora de sultanes
la odalisca me hechiza
danzando la noche
Su boca rosada
dulce
dátil de Luxor
Sus pupilas son relámpagos
ardientes
arena de Memphis
Finos pies – rápidos – descalzos
cadenas de soles en la frente
brazaletes de ópalos y rubíes
Enflora el pájaro de fuego
de azahares cristalinos
áurea musa desatada
Entre sedas
suspira suave mientras la luna
caía en el turquí de la noche
Orquídea
mítica sacerdotisa
diamantina de diosas habitada
Mi sangre está
en tus besos
consumida.
Sergio Macías Brevis y Theodoro Elssaca en la casa de Macías en Madrid el día que el autor dedicó su libro a Elssaca. Detrás de ellos se aprecia el manuscrito “Canción 8” genial obra del poeta y pintor Rafael Alberti.
Vea más información sobre este gran autor chileno en su Sitio Web