PREMIO NACIONAL DE LITERATURA 2006
El más completo escritor de cuentos de Chile
En Cuba estaba con José Miguel, compartiendo la magnífica ceremonia inaugural de la Feria Internacional del Libro de La Habana, 2009, donde me contó que por años la primera llamada del día era la de su querido amigo y poeta Pablo Neruda, que quería saber las últimas noticias antes de que el propio Varas las relatara por la radio. Tal vez por ello es que José Miguel escogió este día 23 de Septiembre para su propia partida, el mismo día que murió Neruda, 38 años antes.
Varas no se daba con cualquiera en un diálogo abierto y fluído, más bien hacía notar con su mirada un aire de misterio que lo rodeaba como un halo enigmático que ahora reflexiono ante su viaje. Un viaje definitivo que no reconozco como una simple coincidencia, pues el noble corazón de Varas se expresó, aunque en ello se le fuera la propia vida, para decirnos cuán hondo era su compromiso con sus ideales.
En La Habana desayunábamos temprano cada mañana con Faride Zerán, Poli Délano, Diamela Eltit, Raúl Zurita y otros autores chilenos, que fuimos escogidos para representar a Chile con nuestras obras, ponencias, lecturas y recitales, durante el intenso programa de actividades de la FILH, en el Castillo de San Carlos de la Cabaña, donde además se conserva intacto el despacho del Dr. argentino Ernesto “Ché” Guevara.
Los escritores Elicura Chihuailaf, José Miguel Varas y Theodoro Elssaca, en la escalinata del legendario Hotel Nacional de Cuba, hito cultural de La Habana, donde se hospedaron, compartiendo importantes momentos de intercambio creativo, captados aquí momentos antes de salir hacia la Feria Internacional del Libro de La Habana a presentar los libros que llevan en sus manos, los que fueron recibidos con gran éxito de público y de crítica.
Durante varias décadas fuimos vecinos de barrio y luego de alguna actividad, me era muy grato pasar a dejar a José Miguel a su casa ñuñoina, en la calle Exequiel Fernández. Especialmente recuerdo algunas ocasiones como por ejemplo luego de la presentación del libro “La Guerrilla Literaria”, a la que asistió Volodia Teitelboim y Mario Ferrero. Camino a casa me contó de los años en Checoslovaquia y Praga. Sus viajes a Costa Rica y de la amistad con el escritor Joaquín Gutiérrez, casado con la chilena Elena Nascimento. De ahí surgirían los diálogos con el pintor Julio Escámez, al que conoció en las tertulias de fines de los años ’40, en los círculos literarios y artísticos de Santiago. “Los Sueños del Pintor” es un libro que surge de las historias reales y oníricas que relataba Escámez en esos encuentros y que Varas recoge e interpreta en base a los apuntes del artista visual chileno, tamizados por la experiencia de su aguda pluma.
Recientemente recibimos junto a Fernando Quilodrán al poeta, actor y director de cine, ruso, Yevgeni Yevtushenko, en el gran hall de la Biblioteca Nacional, para el lanzamiento de su nuevo libro en Chile. El poeta de Siberia venía con cerca de una hora de retraso. Mientras -en el café- recordamos el concurrido lanzamiento que hizo Alfaguara del libro “Neruda Clandestino” (2003), en el auditorio del Hotel Neruda. Ahí Varas relata la leyenda de un ornitólogo que escribía versos en el sur profundo, mientras cruzaba a caballo la Cordillera de los Andes. Desde febrero de 1948 hasta comienzos de 1949, Pablo Neruda, poeta y Senador de la República de Chile, vivió en la clandestinidad, amparado por una vasta red de amigos y admiradores de su obra que lo ocultaron con sigilo en Valparaíso, en Santiago y otras ciudades y que incluso lo vistieron de mujer para trasladarlo o de empresario bananero para embarcarlo, infructuosamente, al Ecuador. Luego de fallidos intentos, con una barba espesa y un documento de identidad de Antonio Ruiz, “ornitólogo”, el poeta evade a la policía que lo busca incansablemente “vivo o muerto”. Varas relata como Neruda va escribiendo parte del Canto General y se baja del caballo para observar plantas, animales y pájaros en medio de la foresta, logrando a ratos darle un tinte de ironía y de humor a un episodio dramático.
Varas ha sido un prolífico autor de cuentos, novelas y crónicas, que inició colaborando en el periódico de su colegio “El Boletín del Instituto Nacional”. Con apenas dieciocho años dio a conocer su primer libro “Cahuín”. José Miguel se documentaba como una manera de sujeción a la historia real, procedimiento que se puede advertir en obras como: “Chacón” (1967); la novela de Galvarino y Elena (1995). Entre ellas destaca “El Correo de Bagdad”, en la que Varas manifiesta su voz a través del protagonista, llamado El Huerqueo, donde entra con fervor a la entraña de la época que le tocó vivir: “Más que narrar, lo que intento es perfilar, dibujar, con la mayor exactitud que permite la memoria, las cosas que me han pasado a lo largo de mi existencia desde muy temprana edad, con la ilusión de que esos sucesos y sus respectivos escenarios, aparezcan en la imaginación de los que leen como las imágenes de una linterna mágica o de una película, proyectando en sus pantallas interiores, los hechos recordados y otros que tal vez nunca ocurrieron realmente, pero que permanecen difusos en el fondo de la memoria”.
Varas pertenece al alto linaje de los escritores realistas del siglo pasado: Joaquín Edwards Bello, Manuel Rojas, Francisco Coloane, entre otros, como lo destacara el crítico Jaime Concha, cuando le otorgaron el Premio Nacional de Literatura. También Varas se entronca con la familia de narradores chilenos casi olvidados por su sencillez, como Carlos León, Olegario Lazo, Ernesto Montenegro, “tocados por la gracia de lo casi intemporal”, según apunta Valente. De ahí su parentesco con cuentistas natos como Maupassant, Chéjov, Singer o Naipaul.
Hace unos meses me comentó sobre el viaje que hizo a mediados del año pasado, para conocer el Campamento Esperanza de la Mina San José y retratar de cerca la situación de los mineros y sus familias, días después de la legendaria nota que anunciaba que los 33 estaban vivos en el refugio. De ahí surgió su crónica “La Espera y las Banderas”, que le significó un gran esfuerzo a sus 82 años, además de la rotura del tendón de aquiles, que soportó con estoicismo. Entonces lo visité. “Los trabajadores mineros se hicieron visibles gracias a su desaparición”, me dijo, con ese tono rotundo que lo caracterizaba.
Nos vimos por última vez hace solo un par de semanas en La Chascona, durante la presentación de la obra del ruso Mijail Bajtin, que hizo el escritor Manuel Jofré, director de la Fundación Pablo Neruda. Nos sentamos en la primera fila con Óscar Hahn. Al término Óscar se despidió pero nosotros nos quedamos conversando en torno a un vino de honor. José Miguel, con ese tono algo tímido y su fino sentido del humor, me recordó cuando Bajtín estaba tan aislado que a falta de papelillos para hacer sus cigarros, se fumó varios capítulos del único manuscrito de su novela, irremediablemente inconclusa …
Después me manifestó la doble significación del mes de septiembre para nuestro país, por una parte la tragedia, el dolor y la pérdida y por otra las celebraciones patrias. Fue cuando me dijo premonitoriamente “y se viene el 23 de septiembre, el aniversario 38 de la muerte de Neruda”. Nos despedimos con un apretón de manos y una sutil venia de caballero antiguo. Luego lo vi caminar lento junto al brocal del árbol en la parte alta del pequeño auditorio, para cruzar el círculo de piedra y descender los escalones de adoquines que Neruda transitaba en su jardín. Me asomé para verlo alejarse y su figura se fue desvaneciendo en la noche. José Miguel fue a encontrarse con el poeta de los bosques lluviosos.
Theodoro Elssaca
23 de Septiembre 2011
Los escritores José Miguel Varas y Theodoro Elssaca, en la 27ª Feria Internacional del Libro de Santiago, Después de presentar sus obras y sus ponencias.