Ensayo sobre su Obra Literaria
Sören Kierkegaard, intuitivo pensador, teólogo y filósofo danés, muerto en 1855, nos dice en una de sus obras capitales: “…en nuestra época llena de cobardía se hace todo lo posible para mantener a distancia cualquier pensamiento sosegado. Para conseguirlo, se recurre a toda clase de distracciones y de empresas sonadas a bombo y platillo, algo así como en los bosques de América se encienden fogatas y se dan alaridos o golpes de címbalo para mantener alejados a los animales peligrosos”.
Leer a Enrique Germán Liñero nos transporta al mundo de las ideas serenas, y nos recuerda que la mente no es una vasija vacía, que necesite llenarse de fuegos artificiales, ni el cerebro un recipiente reprogramable infinitas veces; por el contrario, estamos hechos de nuestro pasado, somos lo que hemos vivido, y es esperable que de acuerdo a ello procedamos.
Hijo de inmigrantes vascos, nieto de marinos y labradores, heredero sin culpa de un temple y naturaleza rigurosos, Liñero considera que, ante todo, escribir es un ejercicio de libertad. Sus personajes no podrían ser sórdidos, pues en su formación se perciben valores intransables. Por otro lado, el uso de la ironía fina, amén de enriquecer literariamente sus textos, se sustenta como un ejercicio crítico irrenunciable.
En palabras del intelectual y poeta, Premio Nacional de Literatura, Armando Uribe, Liñero es un “escritor de veras”, y también lo califica como “el verídico Liñero” cuando se refiere a los talentos criollos de este escritor. Nos dice sobre el mismo: “Su estilo hace recordar a viejos y grandes escritores nacionales, no porque los imite, sino por un marcado aire de familia”.
Enrique Germán Liñero Saitua publica en 1988 su primer libro, quizás tardíamente, pero, como lo señalara Enrique Volpe “…con la madurez y el talento suficientes” para regalarnos una obra sólida, verosímil, y para regocijarnos con el notable manejo de la palabra no ostentosa.
Antonio de Undurraga, poeta, novelista y, a la vez, lúcido e incisivo crítico chileno desaparecido en 1995, celebró a Enrique Germán Liñero como a un “gran novelista en marcha que animado por su notable condición de narrador estaba sostenido también por la fina ironía y, a la vez, por el talento del poeta, que es indispensable e insoslayable a todo verdadero novelista “.
Ávido buscador de la maestría literaria, señaló para el autor de “Los Compañeros de la Acera” un “camino venturoso”. (Archivos de la Corporación Caballo de Fuego, gentileza de la poetisa Gloria González Melgarejo).
“Historias del Mandinga”
(Ed. Dilife, 1988)
Ingeniosa narración sobre las aventuras de un “Enviado Extraordinario de Lucifer” decidido a tentar indiscriminadamente a los mortales con los pecados de la concupiscencia y la herejía. Relato de 139 páginas, las que el miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua (fallecido en 2000), Hermelo Arabena Williams calificara como “…atractivas, chilenísimas, cautivadoras”. La magia fabuladora de Liñero, según Arabena Williams, permite “al Diablo en persona moverse a sus anchas en el espacioso escenario del folclore nacional, pródigo de matices y consejas,…y en un estilo que, a ratos, se desliza con la encantadora llaneza de Pío Baroja”.
Así, los conciliábulos con brujos se van desarrollando a través de la endiablada geografía de la zona central del país, pasando desde Alhué a Cáhuil, Pichilemu, San Vicente, y otros tantos pueblos y lugarejos.
El mandinga, después de variados éxitos en su exigida misión, comienza a sufrir un proceso de aburguesamiento, y termina por adquirir las mismas debilidades de los humanos, esto es, se vuelve adicto a los asados de vacuno, al vino pipeño, a los encantamientos de Eros. Despertada esta necesidad, y después de varios intentos fallidos, encuentra en una tal Etelvina a su leal compañera.
La “humana” conducta de este embajador de Satanás, y el abandono de su misión, desconcierta y alarma al gobernante de los Avernos, quien, sin embargo, no podrá torcer la voluntad del mandinga, el que de ahora en adelante asumirá a plenitud la condición de mortal.
“Los Compañeros de la Acera”
(Ed. Mar del Plata, 1994)
Entrañable novela que nos habla de un pequeño grupo de personas humildes, algunos de los cuales viven en común, podría decirse que forzados por la conveniencia, pero tácitos de prejuicios.
Nos dice el poeta Fernando Quilodrán, a propósito de este libro: “Estamos ante la novela de un escritor de oficio. Un narrador que puede dar el exacto tono local, la caracterización de sus personajes a través de su lenguaje y sus gestos de cada hora…”
El talentoso escritor Enrique Volpe, fallecido en 2001, se refirió a esta obra con las siguientes palabras: “…novela breve e intensa, es un rescate de viejos valores espirituales, hoy casi olvidados. Sólo en la novela “La Sangre y la Esperanza” del gran escritor Nicomedes Guzmán, hay un clima de ternura y de piedad hacia los seres desamparados como el que envuelve todo el relato de Liñero. Sus personajes cobran una dimensión desconocida, como un contraste entre almas casi primitivas y el misterio de los actos. Sin duda, la gran creación es ese personaje cubierto de misterio que es el fabuloso “señor del diván”, y aquí cabe señalar que se produce el fenómeno de insertar la deducción de una novela dentro de la novela: una semilla latente de realidades y sueños.”
La narración de “Los Compañeros de la Acera” comienza en una mañana de domingo en un pequeño balneario aparentemente en calma, pero ya en el segundo párrafo nos introduce a la azarosa vida de la joven Anita, de sólo diecisiete años, el personaje central de la novela. Ella es, ante todo, un paradigma de fortaleza, voluntad y tozudez. En su permanente espíritu se sostiene todo el relato. Los sucesos que desembocarán en convertirla, ya casada y viviendo en Santiago, en mujer de dos hombres, compañeros de la vida diaria, parecen ineluctables. Entre estos tres personajes se teje una trama con la que Liñero logra envolvernos, acorde a la ternura que derrama por ellos y por el mundo que los rodea.
En palabras del poeta Juvenal Ayala, “…atmósfera y coloquio, vidas mínimas que conforman un mundo total o plural, doméstico, simple. Pero vivo, con sus dádivas y egoísmos, errores y aciertos”.
Si en las “Historias de un Mandinga” nos acomete el grácil pero implacable velo de la sátira, en éste, el segundo libro que publica Liñero nos resulta inevitable sumergirnos en las densas aguas del desasosiego callado, donde el porvenir de los personajes zozobra a cada instante, y nunca se viste de promesa. La ironía, sello consubstancial a Liñero, se va haciendo tan sutil que parece difuminarse en esta novela. Más bien, como lo expresa Luis Sánchez Latorre, se trata de una historia “Inconteniblemente humana”. Y, en palabras de Fernando Quilodrán, de: “…una obra de arte cumplida, necesaria e indiscutible.”
“Un Mundo Llamado Recoleta”
(Ed. Unicornio, 1998)
Enrique Volpe escribió sobre este libro: “La Recoleta de Liñero se puede ver como el último gran resplandor que ilumina las ruinas de la nostalgia; una fuerza que lucha para no ver morir un pasado que está vivo en el corazón; unas crónicas que, sin duda, van a quedar entre las mejores escritas sobre barrios y la gente que los habitó. Y en este caso, “Un Mundo Llamado Recoleta” es un grito de amor frente al tiempo implacable, y un sueño que no termina”.
Leyéndolo iniciamos un periplo por la memoria. Nos invade la poética melancolía de Liñero, y pasamos a ser testigos de sus vivencias y cómplices de sus recuerdos. Golpeamos con él a la puerta del pasado, en un portal inerte, allá en la calle Rengifo, buscamos con sus manos y nuestra propia ansiedad la llave que permita extraviarnos de la indestructible lógica del tiempo. Pero todo es inútil. Como dice el autor: “Volví a detenerme frente a la impenetrable puerta de calle…¿Adónde se habían ido mis padres y mi hermana? “
Junto al autor, enfrentamos los desaguisados adolescentes de nuestras primeras experiencias, nos introducimos en el aprendizaje de la vida de la mano de “La Romántica”, y observamos marcharse a nuestro primer amor, en bicicleta y llorando.
Continuando la lectura de este libro, disfrutamos de episodios y anécdotas que no llegarán a figurar en ningún libro de historia, pero de los que Liñero nos convencerá, “a partir de su propio oficio…”, como lo expresa Fernando Quilodrán, “que el mundo que el reproduce… es digno de memoria”. Nos narrará sobre entrañables personajes, como el “Guarén”, de quien el autor expresa: “Su ecumenismo político era encantador…”, la “Bella Ester”, “El Cineasta”, la “Tía Zoraida”, “Don Isaac”, entre otros, además de “…fenómenos paranormales y personajes de segunda fila, en el límite del olvido”, en palabras del crítico Roberto Merino.
El citado crítico dice sobre esta obra: “Las memorias de Liñero no buscan la sorpresa del lector, todo lo que ahí aparece corresponde de algún modo a lo que esperamos que nos ofrezca un barrio añoso…Encontrar en un libro lo que se espera encontrar es un placer tan raro como el de resultar genuinamente sorprendido”. Entre los personajes que se describen en el libro, Merino resalta la figura del “Guarén”: “Asistía invariablemente a los velorios y participaba de la vida política del barrio en su más amplio concepto, haciéndose ver en los desfiles de falangistas, radicales, comunistas y conservadores… En el Teatro Princesa se presentaba en la puerta sin su entrada, sacando del bolsillo todo tipo de documentaciones hasta que el boletero, cansado, lo dejaba pasar.”
Me es imposible no recordar, después de la lectura de esta obra, los versos finales de un inmortal soneto de Garcilaso de la Vega: “todo lo mudará la edad ligera / por no hacer mudanza en su costumbre”.
“Desde la Ventana”
(Ed. Caballo de Fuego, 2001)
Este volumen consta de catorce cuentos, en los que Liñero hace gala de su portentosa imaginación, logrando, a la vez, “expresar la ironía en todas sus facetas sin degradar jamás al ser humano”, en palabras de la escritora Virginia Vidal. Es ella también quien dice a propósito de este autor y el citado libro: “Su humor y sabiduría unidos a una actitud estoica a ratos, epicúrea en otros, un sutil desencanto y la comprensión de miserias y debilidades humanas, nos traen destellos de Anatole France y un hálito de Chejov… “.
La gama de personajes que nos ofrece Liñero en este libro es amplísima: un deudor impenitente, pero profuso en correctos modales, termina alegando inocencia con una insólita perorata (“La Deuda”); un alto magistrado, de impecable trayectoria, inmerso en la frustración por no lograr hacerse de un cupo senatorial, le dará un vuelco absoluto a su vida (“Renacimiento”); un enigmático capitán de crucero incapaz de superar el mareo que le provoca el mar agitado, y quien, paradójicamente, esgrime a un pasajero de su barco la perentoria sentencia: “¡Jamás abandone la seguridad del hogar!” (“El Viaje de Placer”); un romántico y atormentado profesor de música desdeñado por una bella condesa decide que ya no merece vivir, prodigándose un duelo a muerte (de hilarantes consecuencias), del que sobrevivirá para convertirse en un próspero prestamista (“El Amor de Franz Shimov”); un gallo de estirpe que narra su propia historia y explica cómo el amor de una pequeña niña lo salva del cadalso (“Hidalgo”), etc.
Quizá en este libro es donde Liñero mejor expresa y desarrolla su estilo narrativo e imaginación, podríamos decir, a placer. Como bien lo expone la escritora y poetisa María Cristina Menares: “La delicada ironía de sus metáforas y el fluido natural de sus diálogos constituyen elementos valiosos para la arquitectura de su original estilo …”.
“Entre Sol y Sombra”
(Ed. Mar del Plata, 2006)
Libro de cuentos y aforismos que nos permite, nuevamente, iniciar un viaje por la carretera imaginativa de Liñero, en donde las narraciones rondan tanto la realidad como la fantasía, a veces cruzándose ambas dimensiones en una misma instancia. A decir del escritor Walter Garib, en este volumen Liñero “privilegia historias donde el hombre actual enfrenta lo cotidiano, sin embargo, debido a inesperadas circunstancias, adquieren vitalidad para convertirse en temas dignos de ser tratados”.
Por su parte, el escritor Reinaldo Edmundo Marchant asevera sobre esta obra que: “Sumergirse en los cuentos de Liñero es participar de una fiesta para los sentidos. No hay espacio para la abulia. Ni para los abúlicos. Su narrativa sencilla, natural, clara conduce al gozo, al esparcimiento del espíritu… Por instantes remece su delicada capacidad de observador crítico de una sociedad que se desmorona, aspecto que sin duda utiliza en el montaje de sus personajes que representan el absurdo y la idiotez humana…”.
El profesor Dr. Rudolf Kerscher publica en el Nº 116 de la revista Hispanorama (Mayo de 2007) de la Asociación Alemana de Profesores de Español, un resumen de este libro, señalando que tanto “Entre Sol y Sombra”, como “Desde la Ventana”, comentado en el Nº 97 (2002) de la misma revista, constituyen textos “recomendables para ser incluidos como textos de estudio a sus alumnos”.
El novelista Garib resume el cometido de Liñero de la siguiente forma: “Ajeno a escuelas en boga, preocupadas de construir tendencias, adorar ídolos de pacotilla, cuya vida al final resulta efímera, imprime fidelidad al discurso narrativo… “
La obra literaria de Enrique Germán Liñero no pasará inadvertida, pues como lo afirmara el escritor Enrique Volpe, en ella “Se rompen las máscaras de las sombras…” y una vez que en “el gran espejo de la eternidad” asomen los verdaderos rostros, sin duda veremos invariante el resplandor imaginativo y humano de Liñero.
Javier Jarufe Mualim – Escritor