Prólogo de Santiago Cavieres Korn.
El presente libro es un poemario, aunque una parte importante de él la autora lo titula Relatos, y está dedicado al recuerdo de su hija muerta en plena madurez creativa.
Se inicia con el poema Réquiem para unas manos y llama la atención la serena expresión del sentimiento que inspira el poema, explicito en su titulo. Está más cerca de Tala, de Gabriela Mistral, que del desgarrador Réquiem de David Rosenman Taub. Hay en el poema una revista de recuerdos de las manos de la hija desde la infancia “diminutas – sonrosadas, tibias, tiernas – como joyitas de nácar – a mis senos apegadas” hasta el hoy, de la última estrofa, en que “duermen tranquilas – su alegría – y su esperanza”.
Colores es un texto rabioso frente a la frivolidad de quien no comprende el dolor de la madre y que termina inspirando el título del libro con la pregunta ¿cuál será el verdadero color de la pena?
Hay vividos recuerdos de la hija en “Puesta del sol en Salgueiros”, pero la reflexión poética más impactante es aquella, en forma de imágenes en que se presenta a la madre y la hija como “fragmentos” de un cristal que se ha roto.
Del capitulo llamado “poesía”, merecen destacarse por su perfección formal, los poemas A un racimo de uvas y Elogio al libro, escritos en versos alejandrinos que marcan su nítida división los hemistiquios. Cambia el ritmo en el poema Puentes de versos cortos, heptasilábicos, con ritmo que semeja el traquetear de un tren; hermoso poema en que los puentes que atraviesa la materialidad de “viajeros, soñadores – mendigos, poderosos – criaturas y ancianos” se transforman en puentes del espíritu, para poder decirnos – y poder acercarnos.
Bienvenida limeña, con su homenaje a César Vallejo, tiene la tonalidad de un vals peruano.
Sin respuesta es un paralelo entre el sueño y la muerte, reflexión que llega como propia al lector, así como llegan los versos de desamor del poema Vanidad.
Sigue un verdadero álbum familiar de poemas dedicados a hijos y nietos en que corresponderla al lector preguntarse : ¿el cristal no se ha roto? ¿Se ha reconstituido?
Termina el libro con un capitulo llamado “Relatos”. Sólo corresponde corregir, o precisar, que aunque escritos en prosa, son poesía, y de la buena. Como todo el libro, sin seguimiento de modas, modelos ni escuelas. Tiene color propio.
Santiago Cavieres Korn.
En la testera se encuentran: el arquitecto William Tapia Chuaqui, Presidente del Instituto Chileno Árabe de Cultura; la homenajeada poeta Eliana Elsaca Saud y la escritora y actríz Alicia Jacob Abdelnour.
Eliana es hermana del padre de Theodoro, el pensador y Señor, Alfredo Elsaca Saud, siempre querido y muy recordado.
Las dos sillas vacías las puso Elssaca, para simbolizar en ellas las ausencias del poeta Iván Cortés Cruz, que había escrito sobre ese libro. Y de la pintora María Eliana Castaño Elsaca, hija de la poeta, que suscitó con su temprana partida el título: “El Color de la Pena”. Ese espontáneo gesto de Theodoro causó conmoción en el numeroso público expectante.
El evento fue presentado por la poetisa Gloria González Melgarejo, con un notable comentario crítico del poeta Renzo Rosso Heydel, el que fue acompañado por las lecturas de la obra de Eliana Elsaca Saud, a cargo de la escritora y actriz Alicia Jacob Abdelnour.
IMÁGENES DE LA CEREMONIA
A continuación, el comentario crítico del poeta Renzo Rosso Heydel
RELATOS DE ELIANA ELSACA
Tal vez ha sido algo injusto, demasiado injusto.
Ahora que uno ya ha cumplido sesenta y siete años, siente que los que están pasando se suceden los unos a los otros a una velocidad de vértigo y se empieza a dudar porque tal vez no es juventud ese entusiasmó que resta todavía en el corazón de cada uno de nosotros. En realidad como no lo hemos experimentado antes, no sabemos cómo es el entusiasmo del último tramo que ya se inicia. Y justo en este momento, nos encontramos con los relatos de Eliana.
Debió ser antes. Ahora es tarde para saber que el lenguaje del amor lo enseña el idioma de las campánulas y que también ellas devuelven en el jardín la voz a los niños que nacieron mudos. No hay campánulas en los jardines de hoy y los niños no aprenden a hablar y no se esconde un amigo en el cielo de sus habitaciones porque no saben reflexionar ni estar un momento en paz contemplando el silencio.
Nos hicimos personas de otra manera. Pensando que serían casi infinitos un solo verano y un solo otoño en el total de nuestras existencias. Recién ahora, leyendo a Eliana descubro que estos pueden reiterarse o consumirse en instantes.
Sus relatos van fijando el tiempo y el espacio desde la dimensión de su interior. Con una ternura que duele de sincera v una necesidad de respuesta que al leerla quisiéramos gritar, quisiéramos que realmente sintiera el amor que despierta en la cercanía del lector que la contempla paseando entre sus palabras de anécdota mínima.
Seguro que Eliana sabe de nuestra amistad, es imposible no ser su amigo después de leerla, pero sabe que no podrá renunciar a su espacio de soledad desde el cual fluye el caudal de humanidad que con su arte expresa.
Es una lástima saber recién ahora que el lenguaje del amor debieron enseñármelo las campánulas, que tantas había en el jardín de nuestra casa en Ñuñoa allá por el año 1952. Muy injusto recibir estas lecciones recién ahora.
Profesor Renzo Rosso Heydel.
Lea sobre el homenaje a Iván Cortés Cruz (1938 – 2010)
El Lunes, 24 de Octubre de 2011, tras cumplirse un año del fallecimiento del reconocido poeta buinense Iván Cortés Cruz, tanto familiares, como amigos y vecinos de la comuna llevaron a cabo la ceremonia de instalación de un monolito conmemorativo, con un grabado en bajo relieve de uno de sus poemas sobre la provincia. Se encuentra en el parque, en la esquina de Arturo Prat con Bernardo O Higgins, en Buin.
El objetivo esencial fue homenajear al poeta, ya que hasta sus 71 años fue capaz de relatar los diferentes acontecimientos de la comuna de forma armónica y amigable, destacando siempre el legado de los hombres y mujeres que formaron parte de sus obras.
“Afortunadamente la gente que sabe que de la trayectoria del gran poeta Buinense Iván Cortés no se olviden y hoy al cumplirse un año de su fallecimiento le dedicamos este homenaje”, indicó su hermano Nibaldo Cortés.
Entre sus obras destacan: “Campanas en la Noche”, “Cuaderno con Sonetos para Dánarit” y “Maderos a la Deriva”.
Iván Cortez Cruz perteneció al Grupo Caballo de Fuego, que fuera fundado por Antonio de Undurraga. Fue premiado con Mención Honrosa, Medalla de Bronce por su conjunto de poemas “Las Palabras del Transeúnte” en el Concurso Nacional Carlos Pezoa Véliz, organizado por la Editorial Quimantú en 1972.