Cultura es vocablo de uso común y comprensión difuminada, expresado con descuido y de entendimiento tácito supuesto. No obstante, se pierde en tal uso su alcance: cultura es nurtura, el opuesto de natura, la noosfera de Teilhard de Chardin le es congruente, equivale a lo ‘humano’; así, palabra y concepto de ‘cultura’ como tema de ensayo, requieren una visión concisa y operacional que acote el significado; las definiciones son numerosas, las discusiones frondosas y el uso cotidiano, múltiple; pero éste no es un documento de exégesis, sino de evolución, de cómo se ha constituido ‘la’ cultura pero, quizá también, de adonde se dirige.
Malinowski (p. 49), antropólogo reputado, define la cultura como
“…el conjunto integral constituido por los utensilios y bienes de los consumidores, por el cuerpo de normas que rige los diversos grupo sociales, por las ideas y artesanías, creencias y costumbres. …un vasto aparato en parte material, en parte humano y en parte espiritual, con el que el hombre es capaz de superar los concretos, específicos problemas que enfrenta”
Toynbee*(p.43;97), apoyándose en Baghby, no difiere fundamentalmente, pero la restringe a aspectos conductuales que aparecerían así como no-materiales:
“ Una cultura es una regularidad conductual, interna y externa, de los miembros de una sociedad, con exclusión de aquéllos de clara naturaleza hereditaria”
Le agrega, explícitamente, un aporte de A. Kroeber, que incorpora los ‘valores’.
Para Toynbee, el mecanismo esencial de creación cultural es el ‘estímulo-respuesta’, contenido ya en la conceptualización de Malinowski, -quien lo precede por unos veinte años-, a quien, sin embargo, no menciona; a la vez, escogerá como unidad de análisis a la civilización :
“[…que] es una clase particular, o fase, de una cultura existente en un período dado” (ditto*),
definición particularmente ambigua, que no permite diferenciar cultura de civilización sino por la duración, para la cual tampoco establece límite alguno.
La definición de Malinowski en cambio, tiene el mérito de fijar una posición, -que aquí se comparte-, de ámbito conceptual preciso y susceptible de uso analítico. Por de pronto, la definición anotada remite a dos conceptos tributarios e indispensables: ‘aparato con que…[el ser humano] ’enfrenta problemas’; pasados, presentes …y futuros. La ‘caja negra’ es plural y sus diferentes formas poseen evolución propia, en que la cultura es variable dependiente .
El ‘impulso’ de la cultura: ‘problemas, necesidades y deseos’.
La idea capital es que la cultura surge de una actitud y una actividad reactiva del ser humano a ‘los problemas’ que enfrenta. Malinoswki usa la totalidad de su libro para identificar, definir y operacionalizar tales problemas en cuanto ‘necesidades’, -a las que juzga de origen biológico-, un concepto polimorfo que logra precisar con éxito. Años de reflexión y uso del concepto, permiten sintetizar a Malinowski, concluyendo que
“ ‘necesidad‘ es una activación sostenida de la fisiología humana cuya falta de satisfacción produce daño, esto es disminuye las capacidades del ser, o del sistema, eventualmente llevándolo a su destrucción”
En otras palabras, las necesidades son relaciones esenciales de sistema, indispensables para su sobrevida y permanencia, o reproducción, en el tiempo; su satisfacción no es voluntaria ni ‘negociable’, estableciendo un parámetro claro de diferenciación con la idea de ‘deseo’ (‘wants’) por fuerte y bien afincado que éstos puedan llegar a ser, cuya ausencia podrá sólo causar frustración, pero no debilitamiento consistente, un sentimiento transitorio.
Así, el universo de necesidades (N.) se abre en dos dicotomías esenciales:
Ello, en el terreno de la normalidad, del funcionamiento óptimo de un sistema; sin embargo, el desequilibrio, p.ej. la enfermedad humana genera necesidades adicionales, -como el uso de medicamentos-, necesarios ya que, en muchos casos, su ausencia causa deterioro progresivo, o la muerte. Las clasificaciones de necesidades hacen legión, según sea el objetivo de quien clasifica; la que aquí se presenta tiene quizá el mérito de su inclusividad, pero no escapa a tal sesgo: está diseñada para mostrar su extraordinario rango.
La Tabla contiene 52 factores, una selección que deja fuera rasgos tan importantes como la agricultura o la deidad, sólo por razones de complejidad extrema que las hacen inabordables en espacio limitado. Aún así, las dos primeras columnas de la Tabla muestran que la vida humana, -individual y colectiva-, no puede prescindir de ninguno de los insumos/actividades listados, mientras que las últimas implican el desarrollo de ‘instituciones’ sociales alternas, donde la llamada ‘derivada’, es forma mínima que logra satisfacer a las anteriores. Su desarrollo tecnológico y social, a través de siglos y milenios, las hará convertirse en ‘necesidades’ per se, requiriendo de complejos componentes y relaciones que las convierten en ‘instituciones’ sociales. Es aquí donde la creatividad, o la codicia, humanas multiplican alternativas, -en especial aquéllas que determinan beneficio económico-, re-direccionando recursos en detrimento de la satisfacción de ‘necesidades’, hecho que el mercadeo propagandístico estimula sin cesar.
El ‘motor’ de la cultura: el ‘aparato’ reactivo o tecnología
El conjunto ‘necesidad-deseos’ se satisface o resuelve con aquel complejo ‘aparato’ de Malinowski que puede identificarse lato sensu con la idea de tecnología, en el sentido de ‘know how ‘ global, no solamente mecánico, que incluye la expresión francesa más antigua de ‘savoir faire’, -confinada hoy al protocolo social-, pero que, en origen, corresponde al sentido prístino de ‘saber qué y cómo hacer’. Es este saber y sus resultados lo que constituirá los ‘hechos culturales’, en tanto ‘complejos’ compuestos de ‘rasgos’ propios, cuya distribución constituye un ‘círculo’, en verdad, una ‘Cultura’. A pesar de su estructuración, rasgos y complejos no son estancos, influyendo, como en todo sistema, a otras entidades de similar rango, profundidad de influencia que caracterizará la dimensión de cambio hasta alcanzar proporciones de ‘revolución’, en el sentido de Kuhn.
A lo largo de los siglos, una sociedad se retrata por el conjunto y nivel de necesidad-deseos que satisface, definiendo su relativa eficacia, una valoración difícil, cuantitativa y cualitativa, que está más allá de esta presentación. La posibilidad de desvío hacia los deseos es real, y aún en el caso de poseer consecuencias ‘positivas’-, deja sin resolver la insuficiencia de satisfacción de necesidades originada a la par. Por ejemplo, el desarrollo de la dimensión estética, pasible de adscripción a toda forma de actividad, realzándola y transformándose en ‘necesidad derivada’, -como ocurre con las proporciones de la arquitectura griega, ‘arte’, disciplina y forma especial de aprehender el mundo circundante-; se hizo así ‘necesario’ construir de esa manera para no desmedrar el hábitat helénico; otros, lo copiaron. Ese ‘nivel realzado’ de ejecución, -y los monumento así surgidos-, determinan la categoría del ‘arte’, sofisticación que, en ciertas corrientes filosóficas llegó a considerarse como la única forma de ‘cultura’, identificándola así con la sofisticación estética. Por cierto la ‘cultura estética’ existe, pero no es ‘la’ cultura, sino su forma excelsa, la que lleva la capacidad humana a su cénit, aún si siempre pasible de mejora adicional.
Formas culturales prístinas.
Las necesidades derivadas son expresión ‘homóloga’ de las necesidades básicas, debiendo considerarse que la no satisfacción de unas u otras debilita el sistema correspondiente, …hasta su destrucción. Por tanto, el ser humano prístino, origen de la cultura, no tenía alternativa: instintivamente(‘activación permanente’, por el medio-ambiente, y por su fisiología) tenía que dar solución a estas necesidades, so pena de desaparecer. Así, la primera ‘forma’ de pre-cultura es una conducta repetida, hoy calificada de ‘instintiva’, que no puede calificarse aún de ‘cultural’, en tanto es sólo respuesta ‘natural’, sin que sea posible diferenciar la díada ‘nurtura-natura’. La cultura empieza con la repetición normada del rasgo conductual, -esto es, colectiva-, agregando una prescripción de uso que regula su ejecución, eventualmente introduciendo un elemento mediador entre estímulo y respuesta, utensilio que sin ser indispensable para el calificativo de ‘cultural’, lo es para la búsqueda arqueológica.
La invención del utensilio se asocia con la identificación del ‘pebble’ o ‘guijarro modificado’, cambio que en terreno, en la búsqueda arqueológica misma, es difícil de apreciar. Ello no debiera sorprender, los primeros ‘útiles’ de trabajo debieron ser de uso transitorio, pedrusco que se coge, usa y bota. Sólo quedará, si acaso, alguna marca de uso o, tal vez, nada. Distinguir, cientos de miles de años más tarde, entre eso y una preparación de núcleo pétreo, -para generar tipos de lasca o de lámina-, es una empresa que raya en la adivinación. Si hay UN origen de la cultura física, es éste; en cuánto a la ‘idea de hacerlo’ que, consciente o no, hubo de precederla, -fuese sólo con intensión de conservarla-, será imposible rastrearla: sólo el resultado físico, que es su expresión, subsiste para probarla, dando pie al aserto del historiador Colingwood de que, ‘detrás de todo hecho histórico, hay una idea que precede’.
La creación de culturas
No obstante, ‘una’ respuesta normada no es ‘una cultura’, sino sólo un rasgo cultural, aunque nunca aparezca aislado sino en conjuntos, -en tanto ‘complejo cultural’-, adaptado cada uno a función específica, a satisfacer una ‘necesidad. Malinowski agregará un nivel de organización superior para tales complejos, nivel en que los medios se convierten en otros fines, constituyéndose en ‘instituciones’, a las que juzga ser la unidad, -la ‘célula’-, del análisis social, coincidiendo con los postulados de la ‘Teoría general de sistemas’ (von Bertalanffy).
A medida que el proceso de respuesta normada se amplía, desarrolla alternativas de satisfacción que implican preferencia y capacidad de elección; por tanto, el complejo cultural dado se enriquece, adquiriendo un abanico tecnológico y preferencial. Los mecanismos de préstamo e intercambio, sea por mercadeo o servicio, establecerán demanda y oferta asimétricas, en que la valoración de una y otra requerirá un mecanismo que las homogenice: es el ‘precio’, -y un subsistema paralelo, la moneda-, que permite simplificar y homogeneizar preferencias frente a una diversidad en apariencia imposible de comparar. Irá de suyo que tales abanicos, preferencias y elecciones, abandonen el ámbito de lo ‘necesario’, para transformarse en formas volicionales, o ‘deseos’, pasibles de devenir en objetivos propios, ‘circulares’ que, siendo respetables, no tienen impacto en la acción ni el bienestar individual o colectivo; no obstante, se incorporan al conjunto de ‘necesidad-deseos’, -en tanto medios de satisfacción-, para constituir el ámbito de la ‘cultura’ dada.
De modo general, se podrá decir que una cultura está ‘desarrollada’ cuanto mayor sea el número de necesidades satisfechas, de medios de satisfacción de que disponga y de deseos en evolución. Sin embargo, en sí, tal calificación es parcial ya que, siendo los seres humanos todos iguales, se requiere al menos dos condiciones adicionales:
De allí las discusiones modernas sobre sociedades desarrolladas, ‘en desarrollo’, o ‘estancadas/subdesarrolladas’, pero también, en sociedades ‘bien’ y ‘mal’ desarrolladas.
Se seguirá de ello que el nivel, o complejidad, -incluso, ‘deseabilidad’-, de una cultura dependa del perfil de necesidades/deseos y nivel de satisfacción que posea, nivel más complejo de evaluar que el simple rango por tasa de crecimiento del PBI, única medida en real uso en el mundo del siglo XXI; el apenas mejorado ‘Indice de Desarrollo Humano’ (IDH), que utiliza cuatro o cinco indicadores pro-rateados de modo arbitrario, es un mal ‘modelo’ de sustitución del % de variación del PBI (que puede ser negativo).
Finalmente, el proceso se complejifica aún más, si se lo amplía al comportamiento histórico de la cultura, incluyendo su permanencia y capacidad de adaptación en el tiempo, aunque conservando trazos básicos que la hagan distinguible en el plano universal, tarea que nadie ha acometido con mayor profundidad y extensión que A.Toynbee, aún si con resultados parciales, argüibles y de denominación ambigua.
Esta precisión conceptual no estaría completa sin mencionar la oposición cultura/ civilización planteada por la literatura clásica y que ni siquiera Toynbee logra dirimir. Puede distinguirse dos versiones esenciales: ‘civilización’ como imposición de la cultura propia de un poder sobre otros, esto es ‘civilización’ que equivale a colonización, -degradada, ya que la cultura colonial sólo se preocupa de cooptar las élites locales-, de hecho des-incentivando las culturas locales o, simplemente, destruyéndolas; o bien, trataríase de culturas de alcance geopolítico extenso, prolongado, …y también obtenido por la fuerza, sea de las armas, del comercio o de la propaganda, medios que se usa en conjunto y proporción diversa.
Al considerar la cultura como proceso reactivo a los desafíos del entorno bio-psico-físico, -reflejados en el conjunto necesidad-deseo-, se impone una esencia cambiante y, por tanto, su modificación continua; la consecuencia mayor de esta percepción es que el ‘origen’ de la cultura no es ni único ni detenible (‘arrested’), los rasgos culturales y sus complejos respectivos están en creación o ’inicio-origen’ permanente, de modo que es difícil precisar cuándo tal variación deviene en diferente, nueva, ‘otra’ cultura. En el terreno de la ciencia, -un componente de ese complejo necesidad-deseos-, Kuhn individualiza el cambio de paradigma como hito de transformación, su propia conceptualización siendo indicador de un cambio de cultura frente al positivismo del siglo XIX, -a considerar superado, pero no obsoleto, dialécticamente ‘mejorado’-, juicio que también podría otorgarse al de-constructivismo de Gadamer y Derrida en el conocimiento así llamado post-moderno, como lo analiza Jürgen Habermas en su ‘Philosophical discourse of modernity’.
La antropología cultural ha hecho del ‘relativismo’ cultural, un paradigma que declara que no hay juicio de valor posible frente a una cultura dada: todas son válidas y dignas de consideración en relación al complejo ‘necesidad-deseo’ del grupo que la crea. Al momento de su formulación, en un mundo plagado por ideologías de ‘supremacía racial’ cuyas raíces se trazan, -con cierto grado de mal-interpretación-, hasta Nietzsche y su visión del super-hombre, el relativismo ofrecía una salida de beneficio para la expresión multi-etno-cultural. No obstante, cierra salida a la elección requerida para determinar el futuro de las sociedades humanas: si todas las culturas ‘valen’ lo mismo, todas pueden ser acogidas. La aceleración tecno-societal que caracteriza al siglo XX demuestra que esto no es así: la imposición de ciertas culturas, -para algunos, ‘civilizadora’-, tiene por efecto poner fin a otras, a la vez que hace mayoritaria la práctica de rasgos perniciosos sea para el individuo o la sociedad, p.ej. el cigarrillo y la contaminación ambiental, ambas generadoras, entre otras cosas, de cáncer de la vías respiratorias. Por tanto, hay culturas que poseen, implícitamente, rasgos deletéreos, lo que equivale a decir que aquéllas que no los tengan, son ‘mejores’ y merecen elección prioritaria; aún el relativismo cultural tiene sus límites.
La dificultad que persiste es determinar la ponderación requerida por innumerables complejos y rasgos culturales, debido a expansión permanente del universo ‘necesidad-deseo’, -siempre estimulada por el mercadeo-, en la cual se viola constantemente el ‘principio’ de necesidad, inclinando la balanza hacia el cumplimiento de los deseos de la élite, cuyo poder se expresa en ‘demanda’ en el mercado, -basada en dinero, de posesión y distribución asimétricas-, tanto del universo de necesidades como del universo ‘necesidad-deseo’, con lo cual se violan las dos dicotomías esenciales de la necesidad ya descritas.
La conceptualización descrita replantea el problema del ‘origen de la cultura’, -que pudiera aparecer como un punto único-, como proceso continuo, sin perjuicio de que pueda reconocerse una progresión de la creatividad que permita delimitar ‘culturas’ a lo largo de la diacronía humana. Tal progresión se acelera en período histórico, esto es, grosso modo, a partir del año -3000, que es también el período adoptado por la segmentación toynbeana que sólo se refiere a las ‘altas culturas’ o puntos de apogeo, restringe el reconocimiento del esfuerzo humano, y aproxima la identificación de cultura con civilización. La síntesis es ardua, tal vez imposible por la vastedad de su abrazo y, por ende, de difícil comprensión para un investigador o grupo aislado; a manera de indicador, se identifica aquí rasgos culturales, -identificados a posteriori-, que presentan ‘culturas de origen’, -en lugar de ‘origen’ de ella-, pluralidad e inversión de términos que subrayan pre-eminencia del concepto de ‘formación de cultura’ por sobre el de ‘origen’, aún si los ejemplos usados constituyen sólo una selección.
Se ha escogido 14 rasgos descriptores, cada uno de los cuales pudiera considerarse eje de un complejo cultural, y de un ‘círculo’ eventual, expresión a veces usada para denotar el geo-espacio de difusión que le corresponde, esto es de una ‘Cultura’ en su estadio más simple. En este enfoque, lo que ha casi desaparecido es la variable etno-política, criterio tardío pero tradicional de agrupación, que no debe usarse en retrospectiva; no obstante, su ausencia no significa que no haya culturas o espacio de distribución, como se hará patente más adelante. La cultura griega1, por ejemplo, aparecerá en dos fases (por azar, ya que siendo ‘ejemplos’, alguna podría no aparecer): el megalitismo, -que eventualmente incorpora a Micenas-, y la arquitectura cívica, que ostenta el clasicismo jonio-ateneo, ambas centradas en una misma ‘necesidad básica’, la ‘protección’, aún si para ello, la derivación adscribe numerosos factores adicionales. Ni la una ni la otra son específicamente ‘griegas’, aunque puede considerarse que su grado de ‘excelencia’, o de ajuste ‘estético’ es máximo; aún así, no son exclusivos: la Hattusas2 hitita, o la Persépolis3 persa, pueden ser ejemplos respectivos de presencia arquitectónica en ‘culturas’ posteriores, donde el rasgo de integración y dominación política es ya atribuible a nivel de ‘cultura’ como entidad.
Debe agregarse que los rasgos culturales que delimitan ‘culturas de origen’ no se pierden en el tiempo sino que permanecen, -modificados-, en el acerbo de culturas posteriores, enriqueciéndolas por acumulación, aún si a veces su comprensión puede ser equivocada y debida a similitudes léxicas, sólo aparentes cuando se compara el rasgo sustantivo de origen con su versión contemporánea. Tómese por ejemplo la idea de ‘democracia’ en la sociedad griega, o ateniense: un grupo de ‘iguales’, cuyo status se determina por acceso a la propiedad terrena, capaces de voto censitario en el ámbito de su ciudad = civitas, unidad que para algunos autores, es la que justifica la idea de ‘civil-ización’; se agrega a ello, la organización federativa en ‘Ligas’, sin gobierno central, pero ‘lideradas’ por una ciudad. Tal descripción es muy diferente de una ‘democracia representativa’ moderna (las ‘democracias populares’ ya desaparecieron), donde el voto se delega a representantes que sí votan los temas en lugar de sus mandantes; la organización de iguales no existe, ya que la instancias llamadas ‘federales’, poseen un poder central supra-unidades, no ‘primus inter pares’; una y otra ‘democracia’ son formas diferentes, aún si conservan la idea/rasgo fundamental de ‘comunidad de iguales’.
La visión culturológica, en tanto alternativa a la politológica, prescinde de geo-fronteras, difíciles de establecer y sólo aprehendidas con ayuda de un mapa transitorio; se requerirá toda la tecnología moderna para poder hacer de las fronteras, un hecho geo-político concreto. La preeminencia de lo cultural permite visualizar el alcance del cambio humano de manera más clara que la fijeza geo-política de los Estados que parecen inmóviles en el tiempo, sin que nada ocurra a través de sus fronteras, aún si la efervescencia del cambio cruza océanos y montañas de manera incansable desde hace siglos.
Culturas ‘originales’, esto es, que constituyen ‘origen’.
La consideraciones anteriores permiten hipotetizar que la polimorfa Cultura del mundo contemporáneo se ha creado en el transcurso del tiempo, -no, en un momento único-, acumulando rasgos y complejos de culturas menos sofisticadas, ensamblándolos para desarrollo ulterior y conformar así nuestro presente; de aquí, la selección siguiente:
1. La ‘cultura pebble’, o del pedrusco
La búsqueda de ‘origen’ de la cultura, en el sentido de ‘inicio’, está limitada por los restos que puedan quedar de la actividad propositiva humana, apropiación ésta de objetos naturales para uso nurtural, que son indistinguibles antes y después de su uso, al menos como ‘categoría’; un elemento en particular podrá mostrar huellas de uso, sin que se lo pueda demostrar a ciencia cierta. En cambio, la creación propositiva de ciertos ‘pedruscos’ = ‘pebble’, puede determinarse por su apariencia homogénea, o su multiplicidad en sitios o ‘talleres’ de producción. Subrayando tal ambivalencia, se la llama cultura ‘pebble’4, asociada al homo erectus, predecesor temprano de h. sapiens, cuya antigüedad bordea el millón de años, en el Paleolítico Inferior. Será seguida por numerosas culturas ya identificadas entre las cuales, las culturas abbebiliense y chelense; el corte hecho c.-250,000 años, limita del paso a las industrias del Pal. Medio, como el levalloisiense, nombres todos de geo-sitios de Francia actual. Implícito en este argumento está la toma parcial de conciencia que precede al utensilio, -de ‘vida’ definitiva y no transiente-, de la cual nunca habrá testimonio objetivo.
En el contexto del paradigma ‘satisfacción de necesidad-deseos’, la cultura pebble se deriva de la necesidad básica colectiva de trabajo que, en último término, depende de la necesidad individual de ingesta de insumos, sea de alimentación u otros. La idea de agrupación en ‘complejo cultural’, es todavía muy simple, sin efectos multiplicadores de nota.
2. La pintura rupestre.
Cientos de miles de años nos separan de estas culturas del neolítico antiguo, aún si hacia fines del paleolítico superior aparecen rasgos revolucionarios, en el sentido de Kuhn. Desde su descubrimiento, -por Martínez de Santuola en 1879, ignorado al inicio por el establishment-, Altamira5 debió apuntar a una ‘nueva’ cultura en pleno, quizá si la primera moderna, aún si los restos adyacentes, -potes múltiples juzgados servir de palmatorias-, son evidencia arqueológica insuficiente. Las cavernas rupestres subsiguientes, -incluyendo Lascaux6.a-6.b, descubierta post-II GM, y la muy reciente Chauvet7, contándose más de 300 a la fecha-, no han logrado mejor suerte: se las considera maravillas de creatividad, muestra de un espíritu humano desarrollado, etc… pero continúan siendo una anomalía sin explicación. Su antigüedad máxima, unos 30 000 años desde el presente, debiera ser suficiente para explicar la pobreza de residuos, aún si no explica la grandeza de tal arte.
En este análisis, no cabe duda de su posición. Tal grado de estética, representación, composición, color, etc… es tributaria de un sistema de alta sofisticación y evolucionado en el tiempo, ya que ciertos trazos corresponden a superposiciones, siendo difícil determinar cuáles son los más antiguos. Desde luego, el complejo cultural correspondiente permite asumir la inclusión de la búsqueda y toma de posesión de las cavernas, cuya protección pudo no buscarse para los seres humanos, pero sí para las imágenes que se quería conservar. La condición de ‘cultura’ la prueba la propia concepción del ‘complejo’ de representación, el abastecimiento de colores y materiales aledaños, la iluminación requerida para la ejecución, la logística de alimentación y excreción durante los períodos correspondientes, el diseño y ejecución de los ritos o ceremonias que debieron ejecutarse, -siendo difícil imaginar que sólo se los hizo para ‘colgarlos’ allí, como la práctica moderna tan a menudo hace-, etc…. Todos esos rasgos, y otros, son subsidiarios de la pintura misma, -a veces el grabado-, pero no explican cómo, ése rasgo alcanza tal sofisticación, en adelanto de tantas otras necesidades y medios de satisfacción, a perfilarse sólo milenios más tarde.
El abate Breuil, descriptor insigne de esa pintura (aún si podría citarse muchos otros) pensó que se trataba de escenas de caza a atrapar por medios mágicos, estableciéndose a menudo comparación con las prácticas de pueblos ‘primitivos’ hoy sobrevivientes, en Australia en particular; las pinturas mismas le parecían,
‘…resultado de una institución que registrara el desarrollo de ese arte por medio de la selección e instrucción de los mejor dotados (cita Curtis, p. 100)',
opinión que reforzará el juicio de Max Raphael, un no-arqueólogo, quién verá en las representaciones individuales de Breuil, vastos diseños de conjunto, en que el tamaño relativo de los animales, agrupados en clanes, estaría determinado por la distancia a que se encuentran unos de otros, o del observador, o, incluso, la victoria de la imagen mayor sobre la menor; las proporciones devendrían de la observación de la propia mano, -representada con frecuencia-, o quizá del cuerpo todo, método que es el que llevará a Da Vinci a formular la ‘regla áurea’ y, por tanto, el paradigma estético de la proporción, válido aún hoy.
Leroi-Gourhan vio en la representación de especies diversas, su encarnación por género a totalidad, -machos y hembras convertidos a un solo sexo-, lo que ha resultado imposible de sostener. Annette Emperaire(p.293), que fuera su discípula, -y visitara Chile con Joseph su esposo para estudiar los alakalufes, donde éste encontraría la muerte por accidente-, se inclina en cambio por destacar el rol matriarcal y rechazar tajantemente las comparaciones con la etnografía de hoy. Finalmente, J. Clottes, -trabajando con Lewis-Williams-, piensa en ilustración de las fases del trance chamánico, una secuencia en sí misma difícil de justificar. Sean cuales fuesen esas motivaciones, la representación mural y sus diversificadas tecnologías de hoy, siguen siendo un rasgo cultural que es parte de la práctica, la admiración, la inversión y la admiración del mundo contemporáneo, en que figuran desde los frescos funerarios egipcios y los relieves incisos de Angkor Wat8.a-8.b, a los frescos de Orozco9 y la ‘Guernica’10 de Picasso, -quien visitara Altamira personalmente-; el arte mural no ha cesado, sin mencionar su influencia en otros géneros pictóricos y de escultura. Su aporte ha enriquecido el imaginario colectivo, las motivaciones altruistas y la estética, por mucho que otras tendencias, a menudo deletéreas, sean aún más fuertes.
Es posible que calificar una entidad diacrónica como ‘cultura del habla’ resulte ajeno a muchos oídos; se la da por sentado, una capacidad biológica como el comer o el andar. En cierto modo, esto puede ser cierto; sin embargo, la filogenia muestra que el género homo no siempre dispuso de tal capacidad, siendo la aparición del hueso hioides y ciertos ángulos craneanos, testimonio críptico de su existencia. Por de pronto, el habla no corresponde sólo a una capacidad fonadora indistinta, generadora de gruñidos o estertores repetidos, sin relación específica con referentes o significantes unívocos, y que algunos datan ya al h. erectus, en horizonte aproximado de 2,000 000 de años; tal capacidad, compartida con muchos animales, pre-data al habla sistematizada, la única digna de recibir tal nombre. Por tal sistematización se entiende entonces, el establecimiento de una relación pars pro toto unívoca entre hechos o eventos del entorno, y cierto(s) sonido(s) que el ser humano emite como equivalente para referirse a ellos, -a menudo y sobre todo al inicio-, por onomatopeya. Tal habilidad podría situarse al momento de la sucesión neandertal-sapiens, esto es hacia el -40/-30,000 años y es en sí, un hecho cultural, por mucho que la facultad fonadora sea biológica: la díada natura/sonido es enteramente humana.
La evolución posterior requirió instaurar un lento y temprano adiestramiento de las cuerdas vocales, así como desarrollo mnemónico que permitiese ‘guardar’ las asociaciones para uso oportuno; ambas habilidades requieren desarrollo complementario de la corteza cerebral, haciendo aparente la pervasividad, el efecto multiplicador del rasgo. No obstante, la mayor influencia se ejerce sobre la relación humana, su rapidez y eficiencia para otras tareas como caza o agricultura, áreas que al hacerlo expanden el propio horizonte ‘necesidad -deseo’, a la vez que mejoran las propias condiciones de vida. Ejercicio repetitivo, replicante, llevará a la creación de un estilo de habla calificado luego como *k]bar-baro, puesto que sus unidades de fonación son pocas, con vocales repetidas. En la medida que el aparato fonador se perfecciona, y sofistica la variación fonética, aparecen formas derivadas o dialectales que constituyen lenguajes, una de las invenciones y bienes más preciados de la cultura humana, tanto que, -como para la escritura-, es posible hablar de períodos áfonos de la diacronía humana, como ágrafos son aquéllos que preceden a la Historia; el hombre del paleolítico inferior si no mudo, era áfono, el código maestro del habla no existía aún.
Al aparecer el habla, todo el complejo cultural cambió para ventaja de aquéllos que la usaban; ese hablar sistematizado puede haber sido el factor de cambio h.s. neanderthal, vs. h.s. sapiens, un cambio que la antropología física identifica pero sin contundencia y que, de otro modo, deja la desaparición del neanderthal en la bruma. Si ello fuese así, se reflejaría ya en la aparición del ‘arte rupestre’, cuya ejecución fue coeval y ciertamente requirió códigos de acción mediados por el sonido, puesto que la oscuridad impedía la comprensión de los códigos gestuales; aún más importante, las capacidades abstractas de representación en dibujo/color, y en sonido, muestran la maduración de la capacidad neurológica central. Es probable que este cambio cultural sea el más revolucionario que haya nunca existido.
__________________________________* ocasionalmente, hay palabras marcadas ^, correspondiente a ajuste fonético, que postula k = sk ==> g, o bien, síncopa k].
4. Canto/danza.
El canto/danza se hace aquí eje de una necesidad derivada, -por tanto, colectiva-, la música, expresión ésta de la necesidad básica de comunicación. Técnicamente, el canto es un refinamiento de la sonorización vocal, esto es, del uso de las cuerdas vocales, de donde sea imposible distinguir cuándo se separan el uno de la otra, esto es del habla. Sin embargo, la peculiar diferenciación de los componentes del canto, -melodía, ritmo, ‘letra’, entonación, ‘sentimiento’, etc…-, lo transforman en un complejo cultural separado, cuya geo-expansión adopta formas diferenciadas, e incluso, un sistema gráfico de notación que es una ‘escritura’ alterna, sólo para iniciados, pero que reproduce el sonido con un grado de precisión que las grafías ‘idiomáticas’ no tienen. El manejo de ambas dimensiones, la ‘lectura’ musical y la articulación de la voz ‘musical’ conducen directamente a una de las formas de arte más difundidas y, a la vez, no-necesarias, esto es de ‘deseo’.
Mientras el canto es individual, pero de expresión colectiva, posible para cualquier ser humano, la aspiración/deseo de disponer de los refinamientos del arte, -una ‘obra’ en particular, un cantante, un instrumento, una orquesta…-, no alcanzan tal nivel y quedan como expresión de ‘deseo’: si no se dispone de ellos, no habrá efecto deletéreo y, sobre todo, lo probable es que haya alternativas, a veces objetivas, de igual o superior nivel: María Callas11, Renata Tebaldi o Anna Netrenko12?; Claudio Arrau13 o Dinu Lipatti13.b?, Beattles o Rolling Stones?, o….
El canto posee otra raíz indispensable, presente en el habla y la escritura como ya describiese Leroi-Gourhan; se trata del ritmo. Esto hace que brazos y pies actúen a la par que las cuerdas vocales, originando formas, consideradas ‘mixtas’, pero que tal vez sean expresión del impulso que el autor llama ‘sistema anterior’ (v. +abajo); de allí el desarrollo de la danza, cuyos géneros como baile tribal, ‘baile-folklore’, ballet, danza hindú, tango, etc… combinen sonido y movimiento de modo inseparable, recordando posibles estadios previos de desarrollo sea, como indica Ortiz(p.161ss) para el flamenco, las evoluciones del vendaval, los movimientos de la bailarina frente al toro, o aquéllos de la propia tauromaquia. También aquí el refinamiento conduce al ‘deseo’ por el arte que, fuerte y motivador como pueda ser, no debe confundirse con la ‘necesidad’, básica o derivada; ni equipararse a ‘la’ cultura.
La preferencia, y la habilidad de ciertos grupos humanos, harán que estos tipos de danza se les asocien de modo indisoluble, lo que también ocurre con el canto, cuyo predominio, belleza y perfección distingue a las zonas atlanto-mediterráneas: el fado portugués, el cante-hondo ibero, la ópera italiana (y…de otros), las manifestaciones ‘greco-turcas’ de hoy …sin menoscabo del cantar germano o eslavo, entre otros. Que sus formas más refinadas se rubriquen como ‘deseo’, y no ‘necesidad’, no indica peyoración, sino grado de impacto sobre personas y mayorías, considerando que la forma ‘corriente’ de cada una de ellas sí puede ser ‘necesidad’. La influencia de este rasgo, -que pudiera parecer menor-, se evidencia en su influencia en toda forma de recreación, de afirmación de grupo,-étnico o social-, y de polea de transmisión a las formas de composición donde la forma-sonata incluye el minueto/scherzo como movimiento obligato de toda sinfonía, –de Beethoven14 a Mahler15- o, con algo menos de rigor, el vals vienés16 que diera tal fama a la familia Strauss. La condición acumulativa del rasgo cultural se proyecta aquí a través de milenios.
5. El matriarcado
La organización social ha sido componente temprano y esencial para la sobrevida del ser humano; comparativamente débil, sin mayores capacidades biológicas de resistencia o agresión, el ser humano dependió de su cerebro y de su número para enfrentar un ambiente que, en sí mismo, sólo prolongaba impulsos de la geomorfología, el clima o la genética, pero que en su impacto sobre el homo, era manifiestamente un antagonista mortal.
Los criterios de organización prístina sólo pueden inferirse sea a partir de escasos restos arqueológicos, sea de una lógica contemporánea que, extrapolada al pasado, puede ser desorientadora. Por ejemplo, parecería lógico suponer que la conciencia del nacimiento, por tanto del embarazo y el parto, -aunque el de la concepción-por–cópula lo sea menos-, hayan hecho de la fertilidad, por tanto de la mujer, la encarnación misma del poder y la divinidad: sólo la mujer era (y sigue siendo…) capaz de reproducción y, por tanto, de sostener la existencia del grupo; se deduce que este poder de la mujer-madre la hace cabeza del grupo prístino y que de ello deviene tanto el matriarcado como la concepción de una Gran Diosa omnipotente: Gea, para darle un nombre propio, aunque sea tardío y sólo de ámbito griego.
Marija Gimbutas, gran investigadora de la femineidad pre-histórica, no está de acuerdo, afirmando que centrar tal rol en la fertilidad es un reduccionismo, quizá machista. En este trabajo es más bien a la inversa, una inducción generalizante que lleva a la mujer a la omni-potencia prístina, en tiempos en que el ‘machismo’ no podía existir: era el sexo débil, sin que existiese ‘punto de apoyo’, de visión, que permitiera valorar, -ni en menos ni en más-, los roles comparativos de los sexos. Es de recordar que la paleo-etnografía disponible registra la muerte ritual del rex = raks = raj, -la del sexo masculino-, en cada ciclo de reinado femenino, para así asegurar su fertilidad; es difícil aducir prueba mayor de sometimiento.
Viene aquí en auxilio la segunda fuente invocada: mientras los referentes paleolíticos masculinos son escasos, la representación femenina es amplia (de ahí las inferencias de Emperaire), como también es muy rico el arsenal de figurillas deificadas que la representan, inventariado por la propia Gimbutas, y del cual la Venus de Lespugue17, c. -25,000…. es un magnífico ejemplar, aunque menos conocida que las co-evales de Willendorf18, o la incisa de Laussel19. Finalmente, ha de agregarse el rol arcaico y declinante en poderes, que le asignan los relatos míticos posteriores, sean ellos de raíz griega, -p.ej. Gea-Rhea-Koeres-Hera-Hestia (virgen)-, hebrea, o súmero akkadia, que desemboca en triple deidad sin femineidad.
En este último caso, la ‘danza’ de los siete velos de Ishtar (reciclada luego a Salomé), al bajar a los infiernos en busca de su amado Tammuz, indica la pérdida de poder con cada uno de ellos, esto es su destronamiento como Gran Diosa ante los poderes ígneos de una gran catástrofe; la imagen femenina antigua fue poderosa… La transformación matrio-patriarcal (v. +abajo) no sólo acabó con ese poder sino que lo re-definió: serán los héroes masculinos los que desciendan a los infiernos, -y vuelvan empoderados-: Orfeo, Herakles, Ulisses, Aeneas, etc… en ‘mito del eterno retorno’, cuya evolución estudiase J. Frazer en la ‘Rama Dorada’.
Por tanto, el matriarcado como rasgo y como complejo culturales, representa una Cultura y tipo de sociedad difundida, de larga existencia, como demostró Gimbutas (r-II, todo), -y sólo para una fase final, c. -VII Milenio en adelante, con su ‘Cultura de la Vieja Europa’ que incluye (sub-)culturas neolíticas como Impresso, Serra d’Alto, Starcevo, Sezklo, Karanovo, Vinça, Dimini, etc…, en el centro europeo, como paleolíticas eran las del sur de Francia. A las instancias ‘orientales’ mencionadas, se agrega el recuerdo/existencia de las Amazonas en el –III Milenio como documenta Diodoro Siculus, mientras que el Herakles-II*, engendrará a Scythes con un ser semi-femenino/semi-animal, a mediados del –II Milenio. Matriarcales son también varios de los derrotados pueblos que apoyan a Troia en su Guerra, los karios entre ellos, subrayando en cambio la patriarcalidad emergente de los aqueos, demostrada entre otras por el desprecio de Ayax al cruzarse con Athenea, como atestigua Homero en la Ilíada.
La sociedad matriarcal en decadencia adjunta otros rasgos de gran valor, como la agricultura, -refugio de una Gran diosa en declinación, Koeres-, el cuidado del parto/ higiene /salud con Ele-i-theia, el fuego del hogar con las vestales de He-stia, las sibilas/pitonisas, -a devenir augures por patriarcalización-, la enseñanza del habla, etc…, conformando así una ‘Cultura’ completa, en el sentido que este trabajo da al término.
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*Varrón afirma la existencia de 40 Herakles; aquí, se acepta dos: la Tormenta primigenia, lybia, y el hijo, griego, de Alkmene.>6. El megalitismo.
El Megalitismo es no sólo un rasgo, sino un complejo cultural, reactivo a cambios ambientales que lo estimulan y determinan, pudiendo suponerse que lo haya producido el Océano y sus cambios de masa, de actividad, de litoral, etc… ocurridos hacia el –VIII Milenio, como consecuencia del Deshielo y fin de la llamada Época Glacial (fase Würms). El Deshielo, dicen los geólogos, debió representar no sólo un alza de las aguas oceánicas, sino una disminución de la presión sobre la corteza terrestre y la probable emergencia de fuerzas tectónicas como volcanes, terremotos y ríos de lava. Ante la triple tragedia, agua, alud y fuego, -quizá tsunami-, los habitantes de aquellas costas, en pleno Mesolítico, vieron su hábitat destruido y hubieron de responder al desafío, so pena de muerte y desaparición. El vocablo ‘mega-lito’ se atribuye convencionalmente a construcciones de ‘grandes piedras’, -que alcanzan las 50 toneladas-, en formas y constructos diversos, cuyo uso, de progresiva sofisticación, se extenderá hasta la Edad Media; y algo más, puesto que catedrales y castillos feudales son aún tributarios de ella en Occidente, como lo son los complejos de Angkor Wat y Borobudur20 en Extremo Oriente.
De sus comienzos nor-atlánticos,-Carrowmore-17, en Eire, hacia -7300-, el desarrollo megalítico llevará a los ‘monumentos cívicos’ de Brugh-na Boyne21 (New Grange) para alcanzar a Carnac22 en Bretaña, Al Argar en Portugal y, más tarde Chor Gawr23(Stonehenge), mientras que, -Sardinia, Malta y Kreta mediantes-, lo difunden hasta el medit-oriental, para re-emerger en Egipto donde los voluminosos e inelegantes menhires atlánticos devendrán en estilizados y característicos obeliscos y pirámides, 4000 años más tarde, hacia -2900. Sin embargo, el uso continuo de la piedra, -en los palacios subterráneos de Malta24, y los de superficie de Kreta, que anuncian ya a los egipcios y persas-, muestra un camino evolutivo que desmiente el desarrollo ‘independiente’ de una complejidad que exige antecedente filiado.
Los ‘monumentos megalíticos’ implican intensa mano de obra, prolija organización, logística alimentaria, vías de transporte, continuidad trans-generacional…, componentes múltiples de cultura priorizada, todos satisfechos, y no sólo el mecanismo de erección y ensamble de piedras como aparece hoy al observador externo.
De hecho, son ya parte de la transición matrio-patriarcal, rasgo cultural de enorme alcance, en que la cooptación de materiales externos, la necesidad de fuerza individual mayor y, también, la socialización requerida por la enseñanza del habla, -entregada a la mujeres-, hizo revertir el balance de poder social, de modo que los hombres pasaron a regir los grupos humanos, literalmente sometiendo hasta hoy, a sus dominadoras de antán, dando así ‘origen’ al megalitismo como nueva y completa Cultura, atlántica, O’Kean-os renegando de K]Gea.
Los mitos de época lo muestran a reiteración, -por ejemplo el sometimiento del k]aur-oks (inglés ‘cow’ = kau) emblema femenino, en Herakles-, también en que la Gran Diosa = Gea, omnipotente y fecunda, termine siendo Hestia, vesta-l del fuego, del hogar doméstico, virgen y estéril, dependiente del ahora poderoso Zeus …y despedida del Olimpo.
Es este efecto multiplicador, de un rasgo o varios, el que define ‘origen’ de una nueva cultura como conjunto humano, y no como expresión de simple conducta diferencial; el análisis de cada cultura reseñada exigiría en cada caso, las dimensiones de una monografía.
7. La navegación
El Mesolítico es período coincidente con el Deshielo y el desarrollo de las ‘culturas de conchales’, típicas del litoral; sus restos son múltiples, en especial en el nor-Atlántico. Aunque la tipificación ha sido hecha por los restos del instrumental micro-lítico, -a base de materiales provenientes de peces, tales como arpones, agujas, etc…-, el período debió dar inicio a la navegación; existen residuos de embarcación hechos de piel inflable y el mito refiere cómo Herakles-I, trabajando en la erección de los Pilares del Estrecho, recibe un guiño de Helios, mientras navega en uno de tales implementos. Si se entiende a Herakles-I, el lybio-dáctilo, como la tormenta surgida del O’Keanos, -causante de destrozos que se le relacionan, y otros que no, como la Atlántida, siglos más tarde-, el ser humano fue catapultado al agua oceánica o mediterránea, y debió salvarse aferrado a algo que flotase: es el comienzo de la ‘navegación’... aunque suene irónico o satírico.
No obstante, la referencia mitográfica más importante es más tardía y concierne al Diluvio y el Arka, elemento náutico indudable, aún cuando la verosimilitud de sus dimensiones y contenido sean discutibles. En otros estudios, este articulista postula que el K]Ar-ka[r es la montaña misma, donde un simple mecanismo fonético desplaza ‘k’ inicial, como lo muestran los Montes K]Ar-k]ar-at, K]Arn-assos, Kal- pe, Kar-pathos, etc… En todo caso, la mezcla de lluvias, destrucción, salvataje, y la homogeneidad de nomine, muestran que el ser humano hubo de sortear un período en que las aguas fueron su principal oponente, cuya sobrevivencia era imposible sin recurrir a algún tipo de embarcación, por simple que ésta fuese.
Por otra parte, doble deificado del ser humano, el dios del mar, -llámese ^O’SKeano, P]O’Seidon, Saturno =^Skuarn*/Karn = Khrono, Neptuno, o Viejo del Mar y sus hijas las Nereidas, indica la posición de comando aceptada por los seres humanos, en lucha contra su destino de catástrofe. La refrenda la historia de Oanes =^K]Uan-es = Juan, el hombre-pez de Sumer, eslabón de esta cadena del a-gua que encuentra además, expresión en, theónimos o topónimos posteriores como Danao, Da-naides/Náiades, Daniel, Danubio, Don =Tan-ais, D[o]n-i-ester, etc…. Dardano, fundador de Troia es héroe acuático que vive en la isla de Samotracia antes de llegar a la costa de la Troade, para lo cual …necesita un barco. Y barcos son los que se encuentra enterrados junto a las pirámides, -probable vehículo de un Osiris invasor, proveniente desde el Oeste …por mar-; barcos describe Homero en el Lib II de la Ilíada para invadir a Troia; y barcos serán los vehículos de los Pueblos del Mar, depredadores de fines del -II Milenio, entre quienes se encontrará a los philistheos y, quizá, la tribu de Daniel, únicos hebreos con territorio costero, en Askalón.
La constitución de una cultura marina tiene así componentes discernibles muy antiguos, reconociéndose también habilidades marinas a pelasgos, ligures y lukka, así como a los etru’skos; la descendencia phenicia y griega posterior también lo es. Tal desarrollo no se contrapone a la cultura megalítica, -u otra-, sino que pudo ser coeval y complementaria.
8. Los metales
Probablemente por azar, el ser humano entró en contacto con el meteorito, piedra peculiar, -a menudo, de hierro-, cuyo rastreo propositivo llevaría al hallazgo de metales maleables como el oro, plata, cobre y estaño (la mezcla dará el bronce), determinando el reemplazo de utensilios pétreos y el desarrollo de industrias alternas, cuyo impacto revolucionará la cultura, –emergerá otra Cultura-, marcando aún hoy la división convencional de ciertos períodos evolutivos: Edad del Cobre (Calcolítico), del Bronce, del Hierro.
Las consecuencias del nuevo ‘rasgo cultural’, cuya maestría tomara siglos o milenios para controlar su manipulación, -en frío primero, al calor más tarde-, son responsables de la mayor inflexión de la historia humana después del habla, comparativamente reciente, no antes del –IV Milenio. Por una parte, el uso del cobre/bronce llevó al reemplazo de los útiles de piedra, tanto de recipiente (cacerolas) como de manipulación (puntas de flecha, cuchillos, etc…) multiplicando su disponibilidad, aligerando su transporte, prolongando su duración: el ser humano demoraba menos en muchas tareas, -se inicia la conquista del Tiempo-, podía por tanto ampliar el rango de su actividad; ambos, hechos extraordinarios en la dinámica humana.
Por otra parte, la maleabilidad del metal, -y el brillo de algunos-, llevó a la manipulación prolongada y sofisticada, engendrando un deseo de creatividad y perfección que bien puede leerse hoy como uno de los mayores acicates al arte: orfebrería, joyería, p.ej. el tesoro de Atreo25, descubierto por Schliemann en Mikenas, y que dataría del –III Milenio. Al mismo tiempo, se crearán subgrupos humanos especializados, -al inicio identificables con el ’herr-ero’-, cuya importancia lo hará ostentar su propio dios: Hephaistos o Vulcano, en la mitología greco-romana, pero existente también en otras, o con el ‘or-febre’, subrayando en sus nomine, el metal de predilección. Estas diferentes características llevarán al deseo de acumulación (‘hoarding’, ‘greed’) y de competencia con los demás (‘envy’): ‘se tiene mejor’, o se ‘quiere tener mejor’, espiral que refuerza la confrontación por obtener aquello que así se considera. Con el debido tiempo, la equivalencia de los metales con otros bienes llevará al desarrollo del dinero, -en la Lydia de Kreso-, estableciéndose todavía otra dimensión humana –complejo cultural, y un nuevo grupo de practicantes, los banqueros (para simplificar; otros nomine han existido). Y que transforma la psique humana que, más que ‘naturaleza’, es ‘nurtura’, adaptable a las condiciones propias de su desarrollo; nueva ‘revolución’ cultural.
Por cierto, y evitando un mecanicismo simplificador, la manipulación del metal llevará no sólo a la agudización de impulsos psicológicos como los descritos, sino también al desarrollo de implementos de lucha más fuertes y duraderos y, en ambos casos, al refuerzo de la guerra, institución humana, -otro complejo cultural-, deleznable, que plaga las culturas del mundo, -ES una cultura, en propio ‘derecho’-, hasta hoy, en espiral de complejificación que no cesa de perfeccionarse, pero cuyo resultado es el mismo desde hace milenios: muerte y devastación, los opuestos mismos de la cultura, de la satisfacción de necesidades, sean ellas individuales o colectivas. A veces… guerra y arte se alían como en el caso del casco de Sargón II26 de Babilonia.
9. La observación astral
La astronomía temprana, doblada de astrología, es un complejo cultural en que la observación de los astros correlacionó fenómenos de utilidad cotidiana directa: la posición de los ‘luceros’ –la costa lus-i-tana tendrá una diosa epónima, Lucer-o, quien da el gentilicio-, para el tiempo de siembra y cosecha, las fases de la lun-a y su influencia sobre las mareas, los eclipses de luna (y de sol, cuya observación debió ser aterrorizante), las Pléyades, cuya aparición, -se dice-, ‘protege’ del Hurakan, la determinación de solsticios y equinoccios, etc…
A ello debe añadirse la interpretación mitológica, por la cual un cierto número de deidades menores son convertidas, -en particular por Zeus-, en otras tantas estrellas, dando origen al sistema de denominación astral que se sigue hasta hoy: Andrómeda, Orión, Venus, etc…, sólo para dar ejemplos de una onomástica que es del dominio de todos. Menos conocida, pero de mayor profundidad, es la interpretación de las altas culturas de Indo-América, en que los Cielos son espejo de las condiciones sobre la Tierra, de manera que se construyen imágenes/modelos de ciertas constelaciones cuyo uso es, sin embargo, incierto.
Entre otras repercusiones, -otros rasgos culturales-, se encuentra la orientación de diversos monumentos en Europa y en IndoAmérica. Los estudios sobre Stonehenge, -cuyo nombre antiguo es Chor Gawr-, muestran que la orientación de ciertos menhires y del trilitón central, se hizo para captar con precisión los solsticios de verano e invierno; el rectángulo de Krukuno27, ubicado en la Bretaña francesa de hoy, es también un observatorio, ubicado en una latitud peculiar donde las variaciones de los ángulos son adecuadas al proceso de observación. En IndoAmérica, el Intawatana28 de Macc’u Picc’u es también un observatorio solar, mientras que en Teot-i-huakan29, las pirámides del Sol y la Luna y la ‘avenida de los muertos’ que separa las pirámides menores, parecen todos un diseño posible de observación; en Chichen Itza, el Observatorio30 es …eso, como lo es el templo aledaño de Quetzalcoatl.
En general, la disposición global de las pirámides de América, -con el frecuente patio circular a subnivel que enfrenta a la mayor de ellas-, es dispositivo similar, en que los grados de profundidad de la escalera determinan el ángulo de observación; superadas tales dimensiones por la dinámica astral, -rotación del eje de la Tierra, deplazamiento del polo magnético, etc…, el decalaje producido inutilizaba la observación obligando a la construcción de una nueva pirámide y patio para asegurar la continuidad del procedimiento(Milla Villena, p.210; otras). El más antiguo de estos diseños es el sitio acerámico de Caral31, a unos 100 kmts de Lima, datado al -3000 y excavado sólo en los últimos quince años, esto es en pleno s.XXI.
Finalmente, la navegación por el mediterráneo, -asumiendo que los siglos atlánticos fueron sólo cabotaje-, requirió orientación nocturna, en que el cielo estrellado incorporaba astros móviles y de trayectoria constante, cuya observación permitía salvar obstáculos y orientar rumbo, amén de calmar a tripulaciones cuyas protestas debieron rayar a menudo en el motín. Entre los pueblos navegantes de la Antigüedad se nombra a los lukka (lykios?, ligures?), pelasgos, phenicios y aquel grupo heterogéneo, poco conocido, cuya sola apelación es la de ‘Pueblos del Mar’, de los que se hace descender a los philisteos, fieros competidores de los hebreos en la colonización de la antigua tierra de Kanaan, hacia el -1200.
10. La escritura
El avance de las comunicaciones, en particular de los intercambios comerciales, unido a la distancia y tiempo requerido para ir de una a otra ubicación de las partes, hizo necesario registrar cantidades y antecedentes sin requerir la presencia física de un agente que viajase con la mercadería, cuyas afirmaciones orales las acreditaran, sea por su correcta memoria, o su honestidad, resistente a la corrupción y el robo. Surgiría de allí un sistema de señales, -incisas en piedra o cerámica primero, el cuneiforme como ejemplo-, que se transformaría en trazos de tinta sobre papir-o/papel, o pergamino (de Pergamo); el invento del jeroglífico, luego del silabario/abecedario evitó la confusión visual de los múltiples signos en cuña.
La escritura o grafemia es código que consolida el código sonoro, constituyéndose en un tercer sistema de señales que permite durabilidad y simultaneidad de emisión, a diferencia del habla, -o la cinta magnetofónica-, que sólo pueden emitir signo tras signo; la escritura es simultánea, puede apreciarse en conjunto, y 'almacenarse' en textos o libros para ser decodificada a posteriori (leerse); sin embargo, debe tenerse presente el dictum de Saussure, según el cual "la escritura no es vestido [del lenguaje], es su disfraz", aún si:
“El lenguaje gráfico expresa en tres dimensiones lo que el lenguaje fonético hace a dimensión única; la escritura logra subordinarse a la fonética al usar el dispositivo linear” (Leroi-Gourhan*, p.273),
teniendo una base neurológica común que se remonta en la filogenia al ‘campo operativo anterior’ que poseía, simultáneamente, tanto las conexiones que llevan a la orofaringe como al brazo o pinza (ibid, p.270) permitiendo alimentación sincronizada.
a) La grafemia no codificada
El origen de la grafemia, Leroi-Gourhan lo resume así:
“Los trazos más antiguos remontan al fin del musteriense (Paleol. Medio) y se hacen abundantes hacia -35,000, durante el chatelperroniense, apareciendo junto a los colorantes (ocre y manganeso) y objetos de adorno. Se trata de líneas en cúpula o pequeños trazos equidistantes y en serie, grabados en hueso o piedra, que se apartan de lo figurativo, constituyendo las primeras manifestaciones rítmicas conocidas. …el grafismo debuta no por representación ingenua de lo real, sino en abstracto” (A. Leroi-Gourhan*, p.263)
A esos trazos se añadirán diversos signos sinusoidales, circulares, líneas rectas, etc…, presentes p.ej. en Brugh-na-Boyne, así como svastika, mandala, tri-skal-eta, cuyo significado continúa sin explicación; entre las svastikas se encuentra la variedad b-a’scona llamada lau-bur-u (ibid, p.96) que deja adivinar el cetro local, o geta, vocablo a identificar con los celtas. Podrían también pertenecer a este grupo, los signos encontrados en las tabletas de K]Tar-tar-ia,-cerca del Kar-adeniz (Mar Negro)-, actual K]Bul-gar-ia, datables de mediados del -V Milenio, de cuya interpretación como sistema semiótico no hay aún acuerdo.
b) Evolución de las formas gráficas
Es importante recordar que los sistemas gráficos de registro no coinciden con lo que corrientemente se llama escr-i-tura, -equivalente de escar-i-ficar-, ambos significando ‘dejar huella’. Las instancias atestiguadas de evolución de tal registro se encuentran:
A los jeroglíficos siguieron las lenguas silábicas o nucleares, como el chipriota arcaico, -o el k]bra-hmi, antecesor del devanagari, vehículo grafémico del sánscrito- y, también, las lenguas consonánticas semitas, antes de diseñar un abecedario (por letra), caso del griego y las lenguas arias modernas, cuya forma egipcia aparece en
La evolución reseñada muestra que la forma gráfica más primitiva sería de fines del Milenio –IV en bastoncillos cuneiformes, susceptibles de ser vinculados a K]Herm-es = Mer-curio cuyo mito ‘siguiendo el vuelo de las garzas’, -patas que dejan huellas en la arena, que se le asemejan-, llevaría la escritura del Oeste al Oriente, -no, al revés-, puesto que Hermes es ente occidental, nieto de Atlas por su hija Maia. Karm-enta, la augur, trae la ‘v’ (‘uve’ es su nombre, fono-equivalente a ‘u’), desde Arkadia al Monte Palatino; ambas tradiciones indican un rol generador occidental de la escritura, que la huella de transmisión fonética Oeste-Este –visible p.ej. en las cadenas montañosas ya descritas-, haría inapelable. No hay ‘evidencia’ de origen en el trazo aviar, pero es difícil imaginar que el complejo orden de los trazos, -en el cuneiforme, o en los caracteres chinos-, sea abrupto o surja de la nada; como en los sonidos, un ‘pars pro toto’, tomado de la naturaleza, debió originar la asociación fonema/ grafema.
c) Los jeroglíficos.
El código iconográfico, -no simbólico, como los signos cuneiformes (Deacon)-, se asocia a los k]jer-o-glí-ficos, de los cuales los más antiguos son los egipcios, decodificados por Champollion a fines del s. XVIII; se agregará a ellos los llamados ‘jeroglíficos luwio-hititas’, en Anatolia, y hoy, la decodificación en curso de aquéllos de los mayas, en Meso-América; los primeros jeroglíficos serían coetáneos de los pictográfos de,
d) El abecedario
La escritura egipcia representa bien la cadena de cambio semiótico, esto es de grafía. Recientemente (1999), Darnell atribuye antigüedad abecedárica primigenia, a una inscripción en Wadi-el-Hol, entre Abydos y Tebas (Luksor), -datable del -1800, durante el predominio de los Hyksos- donde, entre jeroglíficos egipcios, se encuentra todos los caracteres del alfabeto semita (Sacks, p.29-40), inventados según él por mercenarios y militares egipcios, quienes habrían copiado en abstracto jeroglíficos egipcios cuyo sonido inicial, –que poseía ya significado consonántico, uni- o multi-fonémico (Sacks, p.24)-, corresponde a la letra nominada en el alfabeto; este hallazgo desplaza a las inscripciones, -descubiertas por Petrie-, de Serabit el-Khadem, en el Sinai Central, atribuídas al -1500, como las abecedáricas más antiguas; las asociaciones de origen de la escritura egipcia continúan:
"Los escribas egipcios utilizaron fonéticamente imágenes que representaban el sonido, o el fonema inicial de la palabra que representaba estas imágenes, y silabearon así el sonido del habla. Este estado parece haberse alcanzado bajo Narmer, pero no antes." (G.Childe, p.133)
Clasificada como hamito-semita, la lengua egipcia se emparenta con sus geo-vecinos, kushita, k]ber-e-ber, y chádico, -en cierto modo occidentales las últimas-, lo que
"…lleva a ciertos egiptólogos a postular su difusión desde un centro común en el Cercano Oriente o el Norte de Africa" (Hoffman, p.291).
La versión cursiva de los jeroglificos, llamada hierática, fue base del abecedárico que, siendo consonántico, -esto es, sin vocales-, se ajusta mal a un nomen que sí las incluye; será su simplificación hacia el siglo –VII, la que dará origen al demótico que, a su turno, originará el alfabeto y la escritura copta (Wimmer; Schulz-Seibel, p.347). Fevrier (p.408) citaba ya una mezcla de caracteres karios, griegos y phenicios en el templo de Abu Simbel que datarían del siglo –XIII, bajo Ramses II. La secuencia descrita indica las dificultades de decodificación de la grafemia egipcia, obligando a transcripción convencional de los conjuntos consonantales:
" …los egiptólogos han adoptado la convención de introducir una 'e' para vocalizar el antiguo egipcio. Así, se lee Amenhetep o Amenhotep para el conjunto jeroglífico consonantal Imhtp, que el cuneiforme identificaba como Amanhatpi. Los prenomen de Ahmenhotep III y Akhen-aten aparecen en las cartas de Amarna como Nibmuaria y Naphur-ria, pero los egiptólogos prefieren el egipto-speak Nebmaatre y Neferkheperure" (Rohl**, p.187; v.tb Wimmer, op.cit)
e) El abecedario de occidente
Hacia el -1700 (Fevrier, op. cit), se inventa el alfabeto consonántico k]phen-icio, o semito-^karn-aneo, que los griegos, -a partir del siglo –IX, casi mil años más tarde-, adoptan y modifican, incluyendo vocales. Los nombres de las letras phenicias sólo se conocen por su versión hebrea, -considerada ser escritura semita idéntica-, basados en una versión del Calendario de Gezer, hacia el -900-, que enumera con esas letras, los versos que compondrán la Septuaginta, o versión griega de la Biblia, hecha hacia el siglo -III (Saks, p.22-23). Esta triple encarnación: phenicio-hebreo-griega, con más de 500 años de diferencia entre los testimonios de origen y de aplicación es todo lo que se conoce del origen del abecedario en uso en Occidente; queda por establecer la relación entre los diferentes alfabetos de la costa egeo-mediterránea surgidos junto al phenicio, durante el -II milenio: luwio, kario, hitita, kretense, chipriota, los pre-griegos regionales, y los Lineares A y B.
En tanto código general, -simbólico en la visión de tres estadios de Deacon: ícono, señal, símbolo-, la escritura afecta todos los complejos culturales, influenciando de modo dialéctico el habla, la percepción directa, y la interpretación de la realidad; de allí que el analfabetismo sea una plaga sin erradicar: el analfabeto carece de medios autónomos para informarse e interpreta la realidad sin referentes simbólicos suficientes, visión de eficacia menor que la del sujeto alfabeto y sus niveles de interpretación; así, la desinformación, en todo juicio, -genuina o inducida-, actúa de modo análogo.
f) El alfabeto árabe
En cuanto estructura, la forma árabe no se distingue de otros alfabetos, sino por la característica semita de ausencia de vocales. Sin embargo, su organización textual y caligráfica ha dado origen a formas específicas que se distinguen por su elegancia y valor estético que, en realidad, pueden considerarse como obras de creación artística visual.
La etnia y el habla árabes, la escritura árabe y la religión islámica son tres dimensiones que no coinciden en el espacio ni en el tiempo. Mientras la diferenciación semita lleva a la conformación antigua del grupo étnico árabe en horizonte probable del -III Milenio, la escritura árabe sólo lo hará a partir del alfabeto nabateo del –I Milenio, -cultura cuya expresión mejor conocida es PetraA, anexada por Roma en +106-, y la religión islámica que sólo comenzará con la Hégira (cuyo año 1 corresponde al +622 de la era cristiana).
La grafía nabatea, -proveniente a su vez del del arameo-, dará origen a las formas angulares conocidas como kufiB, que traducen la naturaleza de los materiales, -piedra, cuero, cerámica, etc… -, utilizadas ya antes del Islam y después, fundamentalmente para el Korán y ciertos documentos protocolares. Las formas redondeadas, de las que existen numerosas variantes, -históricas y del presente-, se agrupan bajo el término nash, reflejando las 28 consonantes del árabe y diversas forma de puntuación, -no usadas en los textos corrientes-, que permiten diferenciar las vocales; la notación consonántica implica también modificaciones que reflejan la condición de uso ‘aislado’, inicial, medio o final de un grafema. El primer documento de la escritura árabe es la inscripción trilingüe (griego, siriaco y árabe) de Ez-Zabad, datada del año +512 siendo, por tanto, pre-islámica (Fevrier, p.261). Por cierto, la diseminación del Islam hizo que la escritura árabe, -el Koran no debe, en principio, traducirse ni escribirse en grafía otra que la árabe-, fuese adoptada y adaptada por otras lenguas/ culturas como el persa, el maghrebi/bereber, o el turco (hasta 1938), etc…
Formas modernas de representación icónica como los ideogramas chinos requerirían un análisis extenso y particular. En tanto código general, -simbólico en la visión de tres estadios de Deacon: ícono, señal, símbolo-, la escritura afecta todos los complejos culturales, influenciando de modo dialéctico el habla, la percepción directa, y la interpretación de la realidad; de allí que el analfabetismo sea una plaga sin erradicar: el ser analfabeto carece de medios autónomos para informarse e interpreta la realidad sin referentes simbólicos suficientes, visión de eficacia menor que la del sujeto alfabeto y sus niveles de interpretación; así, la desinformación, en todo juicio, -genuina o inducida-, actúa de modo análogo.
11. El caballo, y los camélidos.
La necesidad de ingesta alimentaria fue causa primera del deambular ‘instintivo’ del ser humano en pos de ‘entes’, sustancias y materiales que pudieran constituir alimento, allí donde se encontrasen; al hacerlo, recorrió distancias, parajes y ambientes que sorprenderán su ojo, -sobretodo, su ojo-, oído y estereocepción, habituándolo a la búsqueda de la ‘novedad’, eventualmente agregando eficiencia, esto es, ahorro de energía y tiempo de búsqueda.
La observación de su entorno lo llevará a intentar medios alternos a sus propios pies para lograrlo, tanto en rapidez como esfuerzo de transporte: el caballo aparecerá como medio ideal, capaz de velocidad y carga al mismo tiempo, a diferencia del domesticado k]aur-oks devenido bos = buey el que, -buena reserva de carne, grasa, cuerno y piel, así como buen medio de transporte de tiro-, es sin embargo lento y gran consumidor propio de pasto. La necesidad de transporte, -personal y de carga-, hará que el ser humano haga objetivo y compañero de este animal creando, en el lenguaje de Homero, al ‘domador de caballos’, la figura mítica de Diómedes.
Tal parangón atravesará las edades, a la vez que cambiará la faz de la cultura humana, elemento-base como es, de la transformación matrio-patriarcal que desplaza de su sitial a la mujer, y a las Diosas; Poseidón devendrá ‘caballo’, para engendrar en Koeres, -hecha yegua-, a su hija Epona. A la vez, modificará la actividad guerrera, primero el carro de batalla, o la ‘caballería’ como ‘arma’ en sí; aun si hoy es aero-transportada en helicóptero. Los ‘igual-es’ de Al-I’skan-der = Alejandro, son los e-quales, -quienes montan equinos-, los squir-e de Brittania, los caballer-os e hijodalgos de todo tiempo y lugar, …los Gran-des’= ^Skarn-der de España, los K]Par-es de Francia…, la dinastía ecuestre de occidente. Para ‘ser’, hay que montar a caballo; para ser honrado, hay que recibir espuelas, como Mozart, en Roma.
La velocidad del caballo lo hará análogo al viento y el sol: a su nacimiento mítico, -de la cabeza de Medusa, cabellera equiparable a los ríos y la tempestad-, Pegasso32, alado, lo hará junto al guerrero espléndido y esplendente, el caballero Khrisaor, emblema probable del Sol. En otras culturas, el camello, -o la llama/alpaca-, serán análogos parciales, llenando una u otra de las funciones equinas, pero nunca la totalidad excelsa de este animal, devenido a su turno, emblema divino, sea Epona33, versión de Koeres, o Kalki34, décimo y último avatar de Vishnú, -aún por llegar-, o heroico, como los Centauros35 y sus diversas influencias, incluida la semi-filiación de Kirón, cirujano y maestro de Asclepios36, Aquiles y otros personajes célebres.
En el s. XXI, nuestra tecnologizada y velocísima sociedad mide la capacidad de los motores …en ‘caballos de fuerza’; no por haberse hecho mecánica y dependiente del petróleo, ha dejado la cultura del caballo de permear la práctica, las analogías o el lenguaje de su versión heredera. Al extremo que el jinete sigue siendo héroe por antonomasia, sea en carreras de hipódromo, -donde el acicate es la apuesta monetaria-, entrenador de dressage, en la Escuela Española de Viena, jugador de polo, -el deporte más exclusivo de hoy-, o jinete menos sofisticado del steeplechase, casos todos, en que la original necesidad de transporte ha devenido en un deseo, cuyo cumplimiento carece, de hecho, de consecuencias.
12. La arquitectura citadina
El caballo potenciará la guerra, servirá de criterio jerarquizante, y determinará los ‘I’Guales’, pero también potenciará la in-equidad (aquéllos que no tienen, ni saben usar, un caballo…), ayudando a la acumulación, la r-ique-za (esto es, des-igual-dad, donde mecanismos fonético-semióticos juegan con la semántica) …que debe guar-darse en alguna parte, la fonética preservando el origen. La necesidad de protección, custodia, propiedad, requiere expansión de la habitación, de la casa, del techo; las dimensiones aumentan, lejos del ‘abrigo’ humilde, simple corta-vientos o tienda/carpa que el viento fustiga y desarraiga; se pulirá la piedra, dará forma, aplicará la regla áurea, asegurando vista agradable y estabilidad esencial.
Habrá nacido la arquitectura, a partir del megaron kario-anatólico, que tanto pudo ser antecedente o consecuente de la mastaba egipcia, la pirámide e’scalar de Sakkar-a37, o los z’ggur-at38 de Akkad-Babilonia. Presente en Malta del –IV Milenio, Etruria de fechaje ambiguo, Kreta de fines del –III Milenio, el Egipto de Karnak39 en el –II Milenio, en Persia aqueménida, en Grecia e’gregia (valga la redundancia, fonética y conceptual); aún en Ellora y Ajanta40, hindú-sánscritas, de los siglos +VI/+VII.
La simple necesidad de protección mejora la vida, para los que pueden, puesto que la tienda/carpa inunda aún hoy las favelas de Calcuta o Sao Paulo, sólo por dar ejemplos, no excluyentes. Puesto que la protección ha de incluir la de los dioses, la arquitectura abarca casa y templo, palacio y basílica, –‘Basileo’ es un rey civil…-, ambas vertientes derivan/aspiran en estética, arte, visual sobre todo, mero deseo…. La perfeccionan persas y griego-jonios, -Persépolis, Ephessos o Aphrodisias41-, con Vitrubio en Roma, y Palladio42 que la rescatará durante el Renacimiento italiano, hasta Brunelleschi en Florencia, o Roma; amén de cohortes geniales de arquitectos modernos, desde Violet-Le Duc y el Baron Haussmann, a Le Corbusier e I. Pei42a en la tierra de Francia; cada país tiene los suyos, todos gran-des =^skarn-der.
Pero la arquitectura tiene otra consecuencia: impacta el ojo y la estereocepción; algún arqueólogo dirá que invita la re-construcción: a cada piedra, dintel, arbotante desajustado, el ojo repondrá los componentes que faltan. Buena parte del turismo es así, re-posicional; se viaja para ‘cambiar las ideas’, para sentir el viento y el sol de tierras ignotas, pero también para re-construir el pasado, con recursos mentales propios; quien poco lleve, poco agregará: la reconstitución se juzgará griega del siglo –V, o romana, del s. I, olvidando mundos paralelos -persas, hindúes, khmer, nipones, chinos, olmecas, mayas, moches, quechuas, aymaras….
Y milenios previos de preparación y eclosión propias: ¿qué, si no, Altamira?
13. Imperio y los Estados.
La ‘grandeza’ no sólo ha de ser físico-palpable, debe extenderse en el espacio, quizá en el tiempo: será el Imperio. Aquí, el rasgo cultural predominante, -no sólo rasgo, sino complejo …y ‘círculo’-, es organización jerárquica y dominante, antes que la democracia se establezca, o quizá, ahogándola siempre. Cuándo se merece ese título? Lo usó, con poca credibilidad, el ‘emperador’ Bokassa en el centro de Africa, hacia el tercer tercio del s. XX; será ése, el Imperio? No había allí pueblos diferentes, -sólo uno, sometido, claro-, ni extensión geo-política, ni apropiación de recursos ajenos, de recursos ajenos al país, -que de él sí lo eran-, ...Imperio aquél?
El ejemplo muestra que la Historia usa el concepto con alguna ligereza; primera versión -quizá hitita, allá por el siglo –XVIII-, avanzando desde el Este por la meseta anatólica, nesi, -su gentilicio real-, conquistando a los hatti, luwios, karios, y los karum = emporios de A-kkad /Cal-dea; sustituyendo lenguajes, -el luwio como lingua franca-; propagando la guerra como cultura de la necesidad satisfecha …a través del suministro-por-robo …o muerte, (en reemplazo de la producción agrícola o ganadera propias), guerreros por agricultores, patriarcalismo por matriarcado…, unificación central a Liga de Iguales: éste es el Imperio.
Imitación o desarrollo paralelo? Egipto sale al paso, -derrotado Akhen-aten, doblete fonético apenas disimulado-, es el Imperio de la XIX Dinastía; chocarán ambos en Kadesh hacia -1279; anulados por los Pueblos del Mar, el Imperio sólo volverá al medit-oriental con los persas del s. -VII, y los macedonio-griegos de Al-I’Skander, a fines del s. –IV; prototipo éste, que llegará hasta el ‘Imperio’ de Hardt y Negri (2002, sólo ayer…), forma del s. XXI, ‘post-moderna’, que ya no necesita geo-límites, ni guardias pretorianas …porque el Imperio no ‘alcanza a’, sino que ‘está en’ …todas partes; así lo dicen sus autores.
Concentrada hoy como ayer, la r-ique-za, fluye de pueblos conquistados a élites conquistadoras, se establecen términos de intercambio, desfavorables para los débiles: no hay democracia inter-pueblos. Hay primer, segundo, Tercer-mundo, aunque digan algunos que la globalización anula tales diferencias; lo que se anula es la necesidad de todos en beneficio del deseo de unos pocos; ni siquiera ahora pierde vigencia el paradigma analítico.
Los Estados unitarios, -civitas de otro tiempo-, debieran ser epítomes de democracia; a menudo, no lo son: reproducen a su interior, lo que los países del Imperio con su centro. En la Historia, empiezan con las polis griegas, -o kario-anatólicas como Troia, que madura mucho antes que Atenas-, aunque las amuralladas Micenas,Tyrins o Troezen, -patria de Herakles II-, pudieron equiparársele; muy cercanas las unas de las otras, las ciudades sumerias parecen haberse ‘ligado’ desde el inicio; devendrán Imperio: Akkad, Medo-Persa, Helenístico, Romano, Griego de-Oriente (Roma-II), Otomano…la lista no termina aquí, ni en esta región del mundo.
Pero la necesidad básica de especialización/división del trabajo se mantiene, mientras su necesidad derivada, -la organización-, admite distintos ejes: poder, beneficio pecuniario, eclosión estética, mantención de ambiente autosuficiente, etc…; cada uno de ellos implica ritmos y abanicos diferentes del ‘poseer’, con o sin efecto multiplicador, positivos o dañinos del futuro humano… El mundo contemporáneo tiende a focalizar sólo uno: la satisfacción inmediata de todo deseo, identificado a su vez con la obtención y uso del dinero que lo compra todo, variedad cuyas consecuencias son incontrolables.
Así organizado, el Imperio tiene limitantes conocidas y destino irreparable.
14. La ciencia
La creación permanente y exponencial de Cultura durante 40,000 años ha producido un ‘doble’, -que, basado en el lenguaje, lo hace más bien un ‘triple’-, el conocimiento, necesidad básica individual al inicio, cuyo complejo incluye mecanismos como la ‘retroalimentación’, la memoria, la prueba y el error, el aprendizaje, etc… rasgos todos que determinan análogos colectivos que, a su vez, pueden tener ‘derivados’ … y deseos …como colonizar el Cosmos.
Del conocimiento estéreo-perceptivo individual surgen hábitos colectivos, educación institucional …y preferencia grupal por ella; el nivel de derecho a lo uno o lo otro, es decisión colectiva, dependiente de numerosos factores …y causa de innúmeras crisis y desacuerdos.
El uso, la conservación, la aplicación y la búsqueda del conocimiento son la Ciencia.
Cuándo ‘comienza’ la ciencia, en tanto necesidad derivada?
Occidente la sitúa en Grecia, -lo que es probablemente tarde-, orientada al entorno; ‘Sobre la Naturaleza’, escribe Empédocles de Agrigento, continuando con Aristóteles, hasta el romano Lucrecio, quien da el mismo título a su obra. En China, podría citarse al propio Confucio, a considerar coeval a esta distancia; y en Indo-América, fechar los conocimientos previos a los calendarios maya y azteca es imposible; pero búsqueda y conservación estaban ya ahí, en tradición oral que las pasaba de generación en generación. Tales culturas lo eran, en gran parte, porque la necesidad de saber, -y así, tanto optimizar la acción cotidiana como prever el desarrollo futuro-, estaba ya satisfecha, en alguna e importante medida.
Las condiciones del conocimiento científico, -no cualquier conocimiento-, son hoy de amplio dominio público, aunque no se haya terminado de discutir cuáles son sus atributos indispensables, ni si toda las áreas de la realidad obedecen, pueden obedecer a las mismas regularidades que se llama ‘leyes’. Sin forma específica de satisfacción de esta ‘necesidad’, ninguna cultura merece ‘graduarse’ de tal. La fortuna es que todo grupo humano parece haberlo entendido así, lo que no quiere decir que todas las soluciones encontradas tengan igual validez, ni sean igualmente eficientes y eficaces: desde el curare usado por los jíbaros43, -miles de años antes que los ‘científicos’, -con igual propósito: paralizar la musculatura humana, a veces hasta la muerte-, hasta el ciclotrón44/ acelerador de partículas para medir la profundidad del Tiempo, y la potencia del Big Bang ...hace c. 14.000 millones de años.
Quo vadis cultura?
Este breve ensayo es un desafío a la síntesis; sólo puede indicar cómo dar forma a una visión de la cultura, proponiendo criterios concretos y al alcance de todos, para elegir un ‘modelo’, de dimensiones mensurables y, por tanto, posibles de aquilatar en su realidad de hoy, y en la de su proyección a futuro como imagen de sociedad a alcanzar. Certeza hay sólo una: como la biología, la cultura se reproduce y crea cada día, según lo materiales que se le proporciona: desigualdad y pobreza se auto-generan, igualdad y bienestar requieren la redistribución de un quantum de recursos, organización y liderazgo democráticos, acorde con un complejo ‘necesidad-deseos’ que interprete la esencia humanista. La secuencia histórica de nuevas culturas no puede detenerse, -como pretende Fukuyama al tomar prestada de Hegel, -y fuera de contexto-, la expresión ‘Fin de la Historia’-, ésta es la proeza misma del ser humano; si lo hiciera, es porque el Hombre ha muerto. csa/2011
Referencias (en secuencia aproximada de cita)
El Dr. y Antropólogo Claudio Sepúlveda Álvarez, autor de este Ensayo; el Filósofo y Músico Gastón Soublette y el Escritor y Artista Visual Theodoro Elssaca, luego de varios meses de trabajo celebran la publicación de Las Culturas de Origen, con más de 45 imágenes, en la visitada página de Fundación IberoAmericana.