Alejandro Witker V.
Doctor en Historia
Taller de Cultura Regional UBB
Comienzo por agradecer al Gobierno de Chile la distinción otorgada por el jurado a una propuesta que, en mi caso, fue presentada por instituciones prestigiosas que, por el sólo hecho de postularme estaban reconociendo y premiando una obra y un estilo. Pero tal vez la mayor emoción de estos días provenga de los mensajes recibidos de distintos puntos del país y desde el extranjero; de personalidades de la vida pública y privada, de amigos entrañables y de unos cuantos lejanos ex alumnos. Esos mensajes conforman una corona de laureles como aquellas que recibían los vencedores en las olimpiadas griegas.
¿Qué se ha premiado? Una obra múltiple y sostenida. También un estilo para investigar y difundir sin odiosidades propias de quienes suelen mirar el pasado y el presente sólo con un ojo; un ojo sectario y simplificador. Hemos trabajado superando el tribalismo para asumir las fortalezas y debilidades de la nación.
Hemos asumido la región como tarea frente al centralismo avasallador que no sólo se expresa en la estructura y funcionamiento del Estado, gasto público, política cultural. Santiago impone temas y bases para concursar en lo que a la alta burocracia le parece que debe interesarnos. Pero hay más, la propia historia de la nación se ha escrito mirando a Chile desde Santiago, como lo está demostrando con brillo Armando Cartes Montory.
Como la honda de David hemos creado los Cuadernos del Bío-Bío y la revista Quinchamalí. Artes. Letras. Sociedad; faroles provincianos que están logrando reconocimientos en la propia capital y que deberían reunir más apoyo para proyectarse en el tiempo, más allá de nosotros.
Un premio a nuestra edad viene a enriquecer el balance de la vida. Por ahí leí que para Borges, cuando se muere a edad mayor y realizado parte de los sueños, no muere; simplemente se va. Los que mueren de verdad son aquellos que quedaron a medio camino. Por lo tanto, en nuestro caso, no podemos sino agradecer a Dios la oportunidad de haber vivido lo suficiente para realizar unas cuantas cosas de utilidad pública que han alegrado la existencia. Pero también siempre se abriga la esperanza de tener tiempo hasta el último día para nuevas tareas que surgen de las tareas cumplidas.
Vargas Llosa acaba de publicar un libro que debería sonar como campanada para todos aquellos vinculados a la cultura: La civilización del espectáculo; culminación de otra notable previsión histórica: La rebelión de las masas, de Ortega y Gasset (1926), cuando escribió “La indocilidad política no sería grave sino proviniese de una más honda y decisiva indocilidad intelectual y moral…y agregaba, civilización es, antes que nada, voluntad de convivencia”.
Vargas Llosa alerta sobre la farandulización que relega a la cultura superior especialmente en los medios informativos. El periodista Patricio Bañados lo ha dicho brillantemente: Si se entrega vulgaridad se cosecha vulgaridad.
Ortega apuntá al efecto político de esta barbarie cuya instalación no sólo se impone en la calle, penetra en las universidades y en el Congreso Nacional. Las demandas suelen empujar el carro de la historia para remover inercias, ideas obsoletas, intereses, por lo mismo, no se trata de identificar el orden público con el congelamiento social. Sin embargo, como lo reiteró aquel gran rector de La Universidad de Chile, Eugenio González, “ningún fin noble puede obtenerse a través de medios que lo niegan”. La historia debería enseñarnos que los derechos humanos deben ser respetados por todos, incluidos los adversarios, que tienen todo el derecho a pensar de manera diferente.
Frente a este panorama cabe a los intelectuales y a los artistas una gran responsabilidad: No dejarse abatir ni por la vulgaridad ni la intolerancia.
Reflexionando sobre esta situación se vino a mi memoria uno de los actos académicos más brillantes que conocí en mi paso por la Universidad de Concepción: La clase magistral con que el rector David Stitchkin recibió a una nueva hornada estudiantil, hace más de medio siglo. El rector invitó a meditar sobre la reproducción de un famoso oleo de El Greco llamado El entierro del Conde de Orgaz, obra maestra de la pintura universal, situada en la Iglesia de Santo Tomas, Toledo, realizada entre los años 1586 y 1588, inspirada en un milagro; durante su entierro en 1323.
En visita a esa ciudad me quedé un largo rato observando la obra en detalle y recordando aquella memorable conferencia. El Conde de Orgaz; fue Gonzalo Ruiz, Señor de Orgaz y debió enfrentar serios conflictos surgidos del fanatismo religioso. Puso todo su genio y bondad para establecer la convivencia entre pensamientos distintos; estableció la paz y se ganó el respeto y cariño de todos los que descubrieron que entre cristiano, judíos y musulmanes, era posible convivir y entenderse sobre la base del respeto. Su muerte conmocionó a todos y El Greco ofreció un rostro del muerto de gran placidez, casi insinuando una sonrisa. Era el rostro de un hombre que se iba con la misión cumplida, había establecido la convivencia civilizada.
El rector cerró su conferencia recordando a los jóvenes que todos llegamos al mundo llorando mientras unos cuantos nos reciben sonriendo y que la gran tarea de la vida es irnos de este mundo sonriendo mientras quienes nos despiden se queden llorando.
En el Chile de hoy, de manera relevante en sus aulas universitarias, cobra vigencia aquella magistral conferencia del rector Stitchkin, Buscamos el texto y tras laboriosas pesquisas logramos saber que nunca fue publicado, por fortuna fue grabada por la Radio de la Universidad de Concepción donde hemos obtenido una copia que escuchamos con una contenida emoción. La hemos recuperado y será publicada por nuestra revista Quinchamalí. Sabemos bien que no será más que otro empeño de la honda de David, pero no vamos a renunciar a ella en tiempos en que la vulgaridad, intolerancia y la estridencia verbal crispan la convivencia nacional.
Los intelectuales y artistas tenemos un compromiso de honor con la libertad de pensar y decir, con la ilustración de nuestro pueblo, el respeto entre todos los actores de la vida nacional, el reparto de la belleza y la alegría.
Concepción, 06 de diciembre de 2012.
Nota: Nuestra postulación fue presentada por la Sociedad de Historia de Concepción, Corporación Cultural, Alianza Francesa, Fundación Balmaceda, Colegio de Periodistas de Concepción, Instituto O´Higginiano de Ñuble y Municipalidad de Chillán.
Agradezco muy sinceramente a la nutrida delegación chillaneja que acompañó al acto de premiación, muy especialmente al alcalde Sergio Zarzar y a la directora de Extensión de la UBB, Ninón Jegó.